La hipocresía ahora respecto a los que nos llegan de todas partes buscando una mejor vida está a la orden del día. Los reportajes en los medios de cientos, miles de personas que escapan de países en guerra son espeluznantes y ponerse en su piel es sentir la desesperación que con ellas llevan dejando todo lo suyo sin muchas esperanzas de volver y viendo que no son muy bien recibidos porque, a los países receptores, les entra el canguelo viendo que esto es un río humano de enorme caudal que irá a más porque a más van los problemas en origen. Y digo hipocresía porque ahora salen las voces reivindicadoras de ayudas cuando las mismas personas que las hacen oír han tenido ocasión de pronunciarse años atrás respecto al contingente de inmigrantes africanos que sabe Dios cómo consiguen llegar por aquí aún con la espalda mojada y los pies descalzos. Años llevan por aquí sin poder conseguir un trabajo porque lo de los papeles y lo de los permisos es una barrera casi infranqueable y por la persecución a quien les da ocupación sin ellos. Incluso aquí, en Marín, se ha dado el caso de que la mismísima Cáritas ha desamparado a un grupo de inmigrantes que han sido puestos en la calle poquito a poco. Pues, menos hipocresía.

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