Varios técnicos caminan por los pasillos laterales en tareas de revisión, dos operarios hacen catas en tierra, otros colocan escaleras de acceso en un pilar... No se puede decir que haya una actividad frenética en el puente de Rande; lo que se ve parece más una escenificación de mínimos. A estas alturas cabría pensar en un intenso despliegue para una obra que requiere de grandes montajes de estructuras. En el tramo de Chapela máquinas y obreros trabajan a todo gas. El contraste mosquea cuando las empresas y la concesionaria siguen sin aclarar que ampliarán el viaducto tal y como recoge el contrato. La obra vital de la AP-9, una demanda histórica ante el riesgo de colapso del puente, está en el alero, y la incluida a mayores en el convenio de mejora de la autopista, la reforma de la circunvalación de Santiago, va lanzada. Más de lo mismo. Las Elecciones Generales están a la vuelta de la esquina y sería pensar mal que exista la tentación de marear la perdiz, jugando a ver si el siguiente Gobierno es receptivo a una solución técnica menos ambiciosa y más barata en Rande. Aunque ya dice el refrán que quien piensa mal...