Los años más duros de la crisis han quedado atrás, sin duda, por más que la recuperación sea aún insuficiente y desigual, dependiendo de los sectores. Uno en el que empiezan a asomar brotes verdes en Galicia es el sector de la construcción, precisamente el que más ha sufrido con el tsunami económico. Ahora necesitamos que esos brotes prendan. Entre otras razones porque no hemos encontrado cómo sustituirlo, en el caso de que sea posible hacerlo completamente.

La compraventa de pisos da señales de querer repuntar, aunque tímidamente y centrada en su mayoría en la vivienda de segunda mano, lo que lleva parejo una mayor demanda de las rehabilitaciones. Las licencias para edificar y los visados de obra nueva siguen en números negativos, pero al menos su caída se ha frenado en el último año. Aunque aún insuficientes para confirmar una tendencia, son señales positivas. Los responsables del sector así lo perciben. Hasta se aventuran a hacer algunas previsiones optimistas. Y eso, tras el catastrófico hundimiento del mercado inmobiliario acontecido a partir de 2008, contribuye a insuflar esperanza.

La recesión se llevó por delante en Galicia un 35,5% de la actividad del sector y más de la mitad de su empleo. Exactamente destruyó 50.000 puestos de trabajo. Es mucho lo que hay que recuperar. Su reactivación está focalizada de momento, básicamente, en la obra pública. El aumento de las licitaciones en lo que va de año ha permitido dar el primer arreón al sector, que desde finales de 2014 vuelve a generar riqueza tanto en términos de valor añadido bruto (2% más en el primer trimestre) como de PIB (0,9%). También contribuye, aunque en menor medida, el hecho de que la vivienda haya tocado fondo y empiece a emitir algún que otro latido. Con todas las reservas pertinentes, algo se está moviendo. Y para bien. La EPA muestra que la construcción es la actividad que ha generado más trabajo en Galicia en la primera mitad del año: 8.000 nuevos empleos frente a los 6.000 creados por la industria.

Aunque muy lejos de los crecimientos de dos dígitos que registran la mayor parte de las comunidades españolas (13,9% de media interanual frente al 5% de media gallega), el repunte de compraventa de casas y de precios en Galicia es un síntoma de que el viraje definitivo hacia la recuperación puede estar ahora más cerca. Eso sí, el repunte de las transacciones se centra fundamentalmente en la vivienda usada. La construcción de vivienda nueva sigue en mínimos. Durante 2014 solo se terminaron en toda Galicia 2.624 viviendas, trece veces menos que las que se ponían en el mercado antes de que estallara la crisis. Es evidente que el despertar del sector está siendo aquí más lento que en el resto de España, pero también la crisis llegó a Galicia con un año de retraso.

Además, el terremoto de la recesión justo después del "boom" inmobiliario dejó en la comunidad un importante stock de vivienda nueva sin vender. En 2010 ese stock se cifraba en 40.000 pisos. El mercado ha ido estabilizándose y rebajando esta bolsa de inmuebles hasta los 24.200 actuales. Aún contamos con mucha vivienda desocupada y en venta, pero el hecho de que el mayor adelgazamiento de esa bolsa se registrase precisamente el pasado año, con una reducción del 17%, es otro indicador que mueve también a la esperanza.

Aunque algo más optimistas, los expertos hablan todavía de un futuro incierto y de una recuperación lenta. Y no le faltan razones. El excedente inmobiliario y las nuevas viviendas que se construyan necesitan para darles salida no solo disponibilidad económica, capacidad para comprar. Lógicamente es necesario también población que las demande. Y población es algo de lo que Galicia no anda precisamente sobrada. Es más, nada cabe esperar en ese sentido contando como contamos con un hundimiento constante de la natalidad y una migración de jóvenes que incluso ponen en peligro el relevo generacional.

Lo sensato es aspirar a que más pronto que tarde se registre un crecimiento moderado en un sector que todavía sigue siendo un pilar necesario para nuestra economía, pese a los muchos disparates cometidos. Eso sí, la vuelta a la actividad debe hacerse sobre nuevos criterios. O sea, que el sector, en toda su extensión, y las administraciones deben digerir la borrachera de errores, excesos y pelotazos perpetrados durante décadas para no volver a incurrir en ellos.

Tras la purga toca reconstruir, nunca mejor dicho. Y hacerlo sobre bases firmes y racionales. La construcción nunca volverá a ser lo que fue antes de la crisis, pero tampoco puede seguir siendo lo que es ahora, es decir, nada. En el conjunto de la economía tiene margen para generar riqueza y empleo. El margen que sea, pero lo tiene. Por eso necesitamos que prendan los brotes verdes que ahora comienzan a aflorar.