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José Manuel Ponte

inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

Pasión por el disparate

Con el fallecimiento de José María Ruiz-Mateos, a los 84 años, aparentemente arruinado y objeto de continua persecución por parte de los jueces, desaparece de escena uno de esos personajes excesivos y disparatados que tanto público tienen en España. El patriarca jerezano pertenecía a la misma estirpe de Jesús Gil, Luis Roldán, El Dioni, Javier de la Rosa, Mario Conde, Francisco Paesa, Correa y El Bigotes, Amedo y Domínguez, Díaz Ferrán, Julián Muñoz (el que fue alcalde de Marbella y novio de la Pantoja), y de tantos otros, de mayor o menor significación, que ocuparon cargos de relieve, amasaron dinero, fueron objeto de halago en los medios, y recibieron toda clase de honores, incluidos los académicos, antes de que toda la tramoya que habían montado para su mayor gloria se viniera abajo con estrépito pillándolos a ellos debajo.

La admiración inicial por esta clase de personajes da que pensar sobre el dudoso criterio de la ciudadanía a la hora de seleccionar sus modelos de referencia. Y sobre su falta de perspicacia para separar el grano de la paja. El escritor Javier Marías, al regreso de sus vacaciones, hace una amarga reflexión sobre los gustos de un sector mayoritario del pueblo español y reconoce que le deprime la constatación de que "nuestro país ha preferido siempre lo chocarrero y lo cursi, el trazo grueso, la coz, lo tabernario, la astracanada y el chascarrillo penoso". El análisis que él hace se refiere preferentemente al estilo de cine y de televisión que hemos heredado de la dictadura (actualizándolo por supuesto), pero puede muy bien servir como descripción del paisaje social y político de estos últimos cuarenta años. De hecho, la mayoría de los personajes antes citados echaron los dientes en las postrimerías del franquismo y allí adquirieron los modos y maneras que les habían de servir para abrirse paso en la vida. Unas veces, a codazos, y otras, con la complicidad de una clase política de la que se hicieron socios privilegiados. Y, posiblemente, de todos ellos, sean Ruiz-Mateos y Jesús Gil los que ofrecen mayores similitudes en cuanto a estilo, objetivos y comportamientos.

Ruiz-Mateos, que construyó dos conglomerados empresariales especulativos y fraudulentos, fue el primero en comprender las ventajas de ejercer la política para conseguir una posición de ventaja (fue eurodiputado) y del uso de la publicidad y del fútbol (fue presidente del Rayo Vallecano) para promocionarse. En una ocasión compareció en un juzgado vestido de "Superman". Y en otra, intentó darle un puñetazo a Boyer, el ministro socialista que había expropiado Rumasa, al grito de "¡Qué te pego leche!", una expresión que se hizo famosa.

Esa enseñanza la aprovechó luego, perfeccionándola, Jesús Gil, que hizo de la política y del fútbol dos resortes importantes para hacer dinero y ganar popularidad. En el fútbol se hizo dueño del Atlético de Madrid (un club del que un hijo suyo es todavía directivo). Y en política, creó un partido político, el GIL (Grupo Independiente Liberal), que consiguió las alcaldías de varios municipios importantes de la Costa del Sol. Hasta que cometió el error de controlar Melilla y Ceuta, dos enclaves estratégicos. Entonces, el PP y el PSOE se pusieron de acuerdo para contener la amenaza populista y cortarle las alas.

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