Así pues, una vez demostrada la capacidad de movilización de la plataforma agraria con millares de tractores en las carreteras gallegas y las calles de algunas ciudades -incluida la capital- y villas importantes del país, parece llegada ya la hora de escoger entre seguir mostrando músculo o dar prioridad a las soluciones. Complejas, porque hay cruce de competencias y legislaciones, y por tanto necesitadas de talante, talento y cautela, todo a la vez.

Y no se trata, como suele plantearse en determinadas asambleas del sector, de elegir entre la resistencia o la claudicación ni entre la victoria absoluta o la derrota total. Lo evidente es que si en algún conflicto se demuestra que es preferible un acuerdo discutido a un pleito interminable es en éste. Precisamente porque su complejidad lo hace resistente al triunfo de cualquiera de las posturas de fuerza que pudieran habilitarse.

Dicho de modo distinto, y después de que unos han demostrado su fuerza y otros su disposición -algo tardía- para un acuerdo, llegó la hora de alcanzarlo. Sabiendo que en esto no hay casi nunca un vencedor claro y que en alguna ocasión el empate es una salida que sin satisfacer del todo a nadie, puede compensar al menos de los sacrificios más agudos o las posturas menos airosas. Y eso es casi siempre mejor que los lamentos.

Lo probable resulta que cuanto se deja expuesto, que es una opinión -y por tanto ni un dogma ni un axioma- deje insatisfecha a la mayoría de las partes en conflicto. Desde luego no a la Plataforma porque no proclama su victoria como lo único aceptable, ni a los gobiernos como primeros paladines de la causa. Pero podría significar que si se pacta, habrá vida más allá de la agonía láctea.

Eso sí, en esta hora algo debiera quedar más claro de lo que está: que habilitar de iure -o de facto utilizable- un precio asumido por las partes resulta irrenunciable. Y es en fijar su cuantía donde se va a necesitar el talante y el talento que antes se dejaron citados. Y por supuesto una auténtica voluntad de solución, que si parece elemento presente en la mayor parte de quienes están en la tarea, no se demuestra en su absoluta totalidad.

En este punto no estará de más reiterar la muy alta probabilidad de que casi nadie acepte una transacción en lugar de un triunfo. Pero también puede ocurrir que la intransigencia demuestre. antes y más que un deseo de solución, sólo voluntad de mantener el conflicto para, así, conectarlo en el tiempo con las citas electorales. Ocurre que el tiro de cualquiera de los contrincantes podría salirle por la culata; el horno no está para muchos bollos más.

¿Eh...?