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¿Pero a quién c... le importa la reforma constitucional?

Desde luego, no a los independentistas catalanes y tampoco a los vascos o a otros. Lo único que les interesa es la independencia. Como eso no se lo va a dar ninguna Constitución, ninguna, es inútil reformar para eso. Y, si se les diese el derecho a ello, ¿cuánto iban a querer permanecer bajo un régimen legal común?

A quienes principalmente parece interesarles la reforma es a los cabecillas del Partido Socialista: desde el año 2003 (declaración de Santillana) vienen dando la tabarra con la palabrería del federalismo, que en aquel entonces declararon "asimétrico" y que hace dos años en Córdoba volvieron a remozar procurando ocultar la palabra pero manteniendo los mismos conceptos.

He dicho "palabrería" porque, pese a la reiteración de manifiestos y proclamas, nadie sabe exactamente en qué consiste la propuesta socialista (yo estoy seguro de que ellos tampoco), más allá de colocarse en el campo retórico del ninismo ("ni separadores ni separatistas") y tratar de alejarse con ello del PP ("ni la ruptura de los independentistas ni el inmovilismo del PP").

Por otro lado, el partido estatal que aceptase apoyar el derecho a separarse de una parte del territorio sufriría un castigo incalculable por parte de sus votantes. De forma más limitada el PSOE, puesto que una parte de su electorado y su militancia tiene asimilado un discurso complaciente con la idea de la autodeterminación y una cierta fantasía sobre la calidad "mejor" o distinta de algunos territorios del Estado. Pero, en todo caso, padecería el corbacho de sus votantes, como lo ha padecido en Cataluña, a cuyos habitantes estaba fundamentalmente dirigida toda esa logomaquia taumatúrgica, incluido el ninismo de apoyar el derecho a decidir y oponerse, al tiempo, a la independencia. En el caso del PP significaría, sencillamente, su práctica desaparición.

Pero, además, ¿qué habría de reformarse? La lista de posibles modificaciones propuestas por expertos, partidos, articulistas y opinadores es enormemente contradictoria. Por ejemplo: ¿Cerrar el Senado o modificarlo? ¿Eliminar los derechos forales o ampliarlos a otras comunidades? ¿Transferir más competencias a las comunidades o recentralizar? ¿Mantener el Concordato o suprimirlo? ¿Abrir la sindicación en las fuerzas armadas o seguir prohibiéndola? Como de cada uno de estos sujetos, se han realizado propuestas contradictorias en otros muchos.

En otro orden de cosas, a nadie se le puede escapar, por otro lado, que abrir el debate constitucional supone abrir un auténtico aquelarre: la forma del Estado, la soberanía nacional, las fuerzas armadas, las autonomías, las diputaciones, las comunidades autónomas, la bandera? todo sería puesto en cuestión, creando durante una larga temporada un pandemónium insufrible, que se produciría incluso si hubiese un acuerdo entre las fuerzas mayoritarias, que parece hoy imposible por muchas razones. Y ahí sí, ahí sí existe un determinado número de partidarios de abrir la caja de Pandora, ya por inconsciencia, ya porque es ese su proyecto político.

Y ello por no hablar de ciertas reformas que exigen "proceder a la aprobación del principio (seguramente quiere decir 'de principio') por mayoría de dos tercios de cada Cámara, y a la disolución inmediata de las Cortes. Posteriormente, las Cámaras elegidas deberán ratificar la decisión y proceder al estudio del nuevo texto constitucional, que deberá ser aprobado por mayoría de dos tercios de ambas Cámaras, y, finalmente, aprobada la reforma por las Cortes Generales, será sometida a referéndum para su ratificación". Esto es, cosa de poca monta y dificultad, como cascar un huevo o sonarse los mocos. ¿Y qué partido se querría meter en tal aventura?

No nos engañemos, el debate sobre la reforma constitucional es un debate fundamentalmente vacío y de palabrería, capaz de excitar notablemente a opinadores y tertulianos, servir de muletilla al PSOE y de incitación a los partidarios del pandemónium. Un debate, además, en el que nadie es capaz de explicar qué quiere decir, cómo convencería a los demás de las bondades de sus propuestas, con quién sería capaz de acordarlas, de qué modo allegaría a los independentistas, y, sobre todo, de señalar los riesgos que entraña cada una de las hipotéticas modificaciones y la apertura de un proceso constituyente.

Por lo demás, a la mayoría de la población, fuera de esos grupos, la cuestión le es absolutamente indiferente. Les importa lo que a ustedes les importan los problemas de supervivencia de la rana Pilo, por poner un ejemplo.

PS. Por cierto, en el lugar de la "c?" del titular pueden ustedes poner la palabra que gusten, hay muchas. Les sugiero "córcholis".

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