Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

José Manuel Ponte

inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

Un veraneante en Bueu

En este mismo periódico, he leído una entrevista con Javier Solana, viejo conocido, que es desde hace años veraneante asiduo en Bueu. Le alabo el gusto. Bueu, y la península de Aldán en su conjunto, es una de las mejores y todavía más tranquilas zonas de descanso estival en el sur de Galicia. Lejos del agobio pseudomarbellí de Sanxenxo, que se puede ver al otro lado de la ría, y de espaldas al bullicio de Cangas y Moaña, que desde la apertura del puente de Rande se contagian del tráfago vigués. Entre esos dos puntos de referencia, Bueu ha sabido conservar el más sosegado ritmo del veraneo de antes, con las familias de siempre, la buena gastronomía y tranquilos rincones a visitar, a cual más bonito. Además, llama la atención al visitante la gran cantidad de niños en calles y parques, lo que da idea, en una Galicia envejecida, de que la juventud local tienen fe en el futuro. Hacía tiempo que no veía a Solana, ni siquiera en fotografía, pero por lo que pude observar en la que ilustra la entrevista ha envejecido bastante. Y con los años, sus ojos pequeños y tendidos hacia abajo, y su barba puntiaguda, ofrecen el aspecto de un mandarín chino. Cuando yo le conocí era un hombre risueño, de aspecto simpático, que cultivaba la cordialidad, incluso con sus oponentes políticos. Tenía un cierto aire de científico despistado (ya era catedrático de Física) y nada hacía presentir que iba a protagonizar con el tiempo una de las carreras políticas más largas y de más éxito. En la ejecutiva de aquel PSOE surgido de Suresnes se le reservaba un lugar preferente, por debajo en el escalafón de González y de Guerra, que eran la pareja política de moda. Pero no tardé en darme cuenta de que el verdadero número dos y hombre de absoluta confianza de Felipe no era el librero sevillano sino Javier Solana. Y su trayectoria posterior lo confirma. Ministro de Cultura (1982-1988) para privatizar la prensa del Estado, que el PSOE había prometido defender en su programa. Ministro de Educación y Ciencia (1988-1992), con Rubalcaba de segundo de abordo, para negociar con la Iglesia Católica el porvenir de los colegios concertados. Ministro de Asuntos Exteriores (1992-1995), secretario general de la OTAN (1995-1999), jefe de la diplomacia de la UE (1999-2004). Y no sé cuántas cosas más. Su cambio de postura respecto de la OTAN (fue uno de los firmantes del escrito 50 razones para oponerse a la OTAN) y la autorización de los bombardeos sobre Yugoslavia, "por motivos humanitarios", son aspectos oscuros de su gestión. En tiempos, le di mucho la lata a Solana sobre el futuro de la prensa estatal y por causa de ello mantuvimos numerosas entrevistas. En una ocasión, en Oviedo, se escondió de mí en un portal para evitar, sin éxito, que lo abordara. Más tarde me nombró adjunto a la gerencia de Medios de Comunicación Social del Estado y me tuvo durante un año preso en un despacho del Paseo de la Castellana. Para no hacer nada, excepto tocarle las narices con los incumplimientos del programa socialista. Luego, ordenó (lógicamente) que me cesaran. Y hasta hoy. Feliz veraneo, señor Solana.

Compartir el artículo

stats