Pues la verdad es que, a la vista de la última operación antidroga y el recuerdo de otras anteriores, también exitosas, es difícil resistirse a una reflexión acerca de la fecundidad que presenta la "cantera" narcotraficante gallega. Y no solo por el hecho de que uno de los detenidos de ahora sea hijo del histórico capo -conocido como "Peque"- arousano, sino porque ha habido y hay otros conectados con familias que llevan muchos años en lo alto del escalafón de la mafia gallega.

Dicho eso, y tras insistir en que la tarea de los Cuerpos y fuerzas de Seguridad en la represión de esa actividad delictiva tiene un alto nivel de eficacia y es digna de elogio, conviene otra reflexión. La de que hay aún margen de mejora en los aspectos relacionados con lo económico propiamente dicho y que está en la razón última de que esa "cantera" funcione: el narcotráfico sigue siendo, por desgracia un buen negocio.

A lo largo de los últimos años, y eso es también indiscutible, los diferentes gobiernos que se han sucedido llevaron a cabo esfuerzos serios para cegar las fuentes de los beneficios de las organizaciones de delincuentes. Y, con la cooperación internacional, se avanzó de una forma extraordinaria pero, por lo que se ve -el número de alijos y su importancia material- todavía insuficiente. Los malos pierden batallas, pero -todavía- no la guerra.

La cuestión, que se formula a partir de la confianza en quienes están en ello, es qué y cómo hacer para ganar esa guerra. Una tarea extraordinariamente difícil y compleja que ha llevado incluso a algunos expertos a creer, y defender, que solo queda un camino para liquidar el negocio de la mafia: legalizar y regular el consumo. Una hipótesis que se discute desde hace mucho y que ahora mismo tiene mayoría en contra.

Parece preciso por tanto buscar más y mejores caminos para que el trabajo que hasta el momento se ha hecho de aún mayores resultados y se "apriete" el jaque en que ya está una actividad que hasta hace poco parecía casi insuperable. Pero que no lo es: otras potentes organizaciones delictivas han desaparecido o están cerca de ser historia.

La conclusión podría ser, seguramente, que casi todo cuanto se ha hecho contra el negocio narcotraficante ha permitido ganar muchas batallas pero -y conviene insistir en ello- falta todavía ganar la guerra. Y a pesar de que ese objetivo pueda seguir pareciendo a muy largo plazo, el secreto para alcanzarlo es no desistir. Hay mucho en juego, aunque la tarea va a necesitar además de los evidentes esfuerzos policiales, otro colectivo. E incluso un rearme moral para recordar que el delito es siempre inaceptable, aunque a veces no lo parezca.

¿Verdad...?