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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

Lo obvio

De modo que, si las cosas siguen como están ahora, será necesario esperar -probablemente- a que agosto las caliente un poco más antes de que el PSOE gallego resuelva su atasco. Muchos creen ya que habrá de hacerlo al modo en que Alejandro -el Magno- desató el nudo cordiano -o sea, de un tajo- porque lo obvio apenas deja otras salidas, pero el problema es, en términos políticos, bastante más agudo. Y eso complica mucho la solución.

No se trata de pintar la situaciín peor de lo que está; un mero vistazo confirma el diagnóstico, si bien los remedios siguen planteando incógnitas severas, porque lo obvio tiene dos vertientes. La primera demuestra que en la socialdemocracia gallega, si es que todavía existe como tal, no hay autoridad real visible ni recambio aparente de garantías. Y por más que se niegue eso, tampoco un acuerdo siquiera de mínimos para hallar una que funcione.

La seguda evidencia es que el llamado PSdeG es,a día de hoy, apenas una sucursal: la galleguización que impulsó en su día el señor Pérez Touriño terminó cuando cayó la Xunta bipartita y el peso de Galicia en la dirección federal es nulo. Aparte de algún gesto, el secretario general Pedro Sánchez bloqueó a Besteiro para el Senado y con ello lo maniató y lo convirtió en figura decorativa. Política e institucionalmente hablando, por supuesto.

Pero hay otros datos obvios. Por ejemplo, que el socialismo gallego resulta a día de hoy, una fuerza casi insignificante en varias de las grandes ciudades gallegas -la excepción es Vigo, pero allí su fuerza se origina no en las ideas sino en la gestión, y gran parte de sus votos son, como en su día los de Francisco Vázquez en A Coruña, resultado de la persona del alcalde- mientras en las diputaciones parece apenas un prisionero bajo control.

Dicho de otro modo, el llamado PSdeG ha dejado de ser la referencia política de la izquierda real en Galicia, y aunque conserve una cierta ventaja aritmética sobre el resto en la cuenta electoral, la calle ya no es tan suya, utilizando en mejor sentido que el original la famosa y desafortunada frase del antiguo ministro de Gobernación, Manuel Fraga. Y esa pérdida, tal como está la situación, es bastante más que significativa.

Todo ello, que es opinable y no obligado de compartir, debilita de algún modo al sistema y por tanto también al país. Y por supuesto al propio PSOE gallego, dividido no solo en lo que a disciplina interna se refiere -quedó demostrado en el último pleno parlamentario- sino también en lo que respecta al proyecto político. Y eso no beneficia a nadie, salvo -curiosamente- a los que hoy aparecen como sus aliados.

¿O no?

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