Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

Un país de teletienda

Hay por ahí un país en el que el programa más visto es "Sálvame", la escritora más leída, Belén Esteban; y el partido con mayores expectativas de futuro, uno que nació también en la tele bajo la promesa de que todos seremos felices sin necesidad de esfuerzo alguno. España es una gran teletienda.

Las teletiendas -y la tele, en general- son la continuación por otros medios de las viejas ferias en las que reinaban los charlatanes, antes de que esta palabra adquiriese sus actuales connotaciones peyorativas. Precursores de los políticos de hoy, aquellos buhoneros eran gente diestra en el arte de vocear el producto y de ofrecerlo al público "no por mil, ni por cien, ni por diez, sino por dos duros, señora". Y además obsequiaban a la clientela con un bolígrafo de regalo.

Algunos charlatanes de mercadillo alcanzaron rango de leyenda por su capacidad para hablar durante horas sin decir absolutamente nada. Los políticos, que les han tomado el relevo, hacen ahora lo mismo en el más multitudinario espacio de las tertulias de la tele. Con gran éxito, todo hay que decirlo. Varios de ellos han saltado directamente del plató al Parlamento Europeo o a un puesto seguro de salida en las próximas elecciones al Congreso de los Diputados.

El mérito corresponde naturalmente a la televisión, un medio de propiedades lo bastante mágicas como para crear la realidad a partir de la nada. Gobernada en España por un duopolio de corporaciones italianas, la tele inventa un día a las Mamachichos, canoniza luego a Belén Esteban y hasta es capaz de sacarse de la manga a Pablo Iglesias. Este último podría dar la medida del poderío de la antes llamada caja tonta si finalmente alcanzase la presidencia del Gobierno.

También influye, ciertamente, la capacidad oratoria de los nuevos vendedores de mercadillo que pueblan los sets. Triunfan, por lo general, aquellos que ofrecen la mercancía más inverosímil, al igual que sucede en las teletiendas.

Por raro que parezca, existe un público adicto a la compra de productos milagrosos tales que los crecepelos, las píldoras que hacen bajar diez kilos de peso en una semana y los artilugios para alargar el pene hasta la medida deseada por el usuario. Se trata de una cuestión de fe contra la que nada vale alegar que esas son las mismas tomaduras de pelo antiguamente ofrecidas a los crédulos en los carromatos de feria.

Con su vasta audiencia, la tele ha multiplicado esos viejos embelecos de fullero y, por si ello no bastase, los ha extendido al negocio de la política. A los ungüentos mágicos de toda la vida se unen ahora las promesas de un sueldo que nos permita vivir sin trabajar o la de incrementar el gasto en subvenciones aunque nadie explique de dónde saldrá el dinero para pagarlas.

El pionero de esta teletienda política fue en realidad un portugués, Manoel Joao Vieira, que hace cosa de quince años o por ahí se postuló como candidato a la presidencia de la vecina República. Vieira llevaba en su programa la oferta de un Ferrari para cada portugués y un bailarín cubano para cada portuguesa, entre otras costosas iniciativas que se proponía sufragar mediante el descubrimiento de un tesoro.

Sorprendentemente, el prometedor candidato no obtuvo más allá de unos pocos miles de apoyos a tan sensacional oferta. Se conoce que los portugueses son más escépticos o ven menos tele que nosotros. A saber.

stylename="070_TXT_inf_01">anxel@arrakis.es

Compartir el artículo

stats