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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El orden

A estas alturas no parece probable que exista alguien sensato que en este país discuta la conveniencia de poner orden en el urbanismo gallego en general y en las decenas de pequeños municipios que carecen de planeamiento. Algo que resulta aplicable incluso en tiempos como estos en los que decir una cosa, hacer la contraria y pretender que eso es lo normal forma parte de la práctica habitual de determinadas fuerzas políticas.

En ese sentido, pues, no ha de extrañar tampoco que más allá de desacuerdos puntuales en el texto o de criterios profesionales diferentes, una gran parte de los observadores se hayan mostrado conformes con la intención de la Xunta al anunciar el arreón final de una nueva Lei do Solo y con los argumentos del presidente Feijóo al explicarlo. Claro que, como en casi todo lo demás, también en esto caben -y proceden- unos cuantos matices.

El primero, y acaso el de más alcance, se plantea para recordar que si el orden es clave, no se puede considerar como tal algo que se cambia cada relativamente poco tiempo. Y no para mejorar lo existente y añadirle -o eliminarle- flecos que el tiempo determina, sino para variar lo sustancial y de forma casi sistemática por los gobiernos. Y en materia tan delicada como ésta, los cambios no producen generalmente mejora sino confusión o desconfianza.

(No es éste un asunto menor. A lo largo de los más de treinta años que tiene de edad la autonomía gallega se han alumbrado más de una docena de proyectos de Ley del suelo, todos ellos precedidos por solemnes proclamas en pro del consenso pero que, con pactos o sin ellos -más bien sin-, duraron lo poco que su número revela: corta vida y casi nula eficacia. Y eso pesa en el lado de quienes esperan poco de este proyecto).

Dicho lo anterior, que es una opinión compatible con el deseo de que esta vez las cosas vayan de otro modo y Galicia cuente por fin con un orden urbanístico estable, conviene otra reflexión. El presidente Feijóo proclamó la necesidad de llevar ese orden incluso a los numerosos Concellos pequeños que carecen de él; lo que no está mal visto, pero que admite una lectura más práctica.

Es evidente que en la santa madre iglesia del urbanismo gallego han de existir doctores suficientes para resolver la cuestión, pero desde fuera parece más razonable,para esta y bastantes otras cosas, resolver de una vez por todas la cuestión del mapa municipal y su número excesivo de entidades para, así, acortar el camino que lleva al orden pretendido. Y, de paso, a resolver cuestiones como la de financiación y cooperación con criterios y ópticas modernas y eficaces.

¿No?

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