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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El encuentro

A estas alturas, y además del balance positivo -y conjunto- que hicieron sus protagonistas, solo los interesados en que se prolongase ad calendas graecas el pleito entre la Xunta del señor Feijóo y el Vigo gobernado por el alcalde Abel Caballero pueden negar la trascendencia del encuentro entre ambos. Que no permite lanzar las campanas al vuelo, y menos ante la volatilidad del panorama político, pero que sienta las bases de un nuevo y mejor tiempo.

(Hay observadores espontáneos que ven en las reiteradas referencias -que llegan a creer "manía"- que aquí se hacen a la existencia de intereses hostiles a Vigo en otras partes del país una prueba de lo que llaman " localismo" y algunos elevan a "victimismo". Pero saben que esa hostilidad es un hecho, que un repaso a los datos lo corrobora y que su agresividad hacia quien lo denuncia es miedo a la verdad, pero les da lo mismo: se trata de despistar.)

Y es que, además de para restañar heridas políticas y personales, el encuentro entre los personajes mejor valorados del país -según algunos sondeos- le devuelve a la primera ciudad gallega su peso estratégico y puede, y debe, marcar un giro no ya en la solución de problemas largo tiempo aparcados, sino otro enfoque para el futuro de este antiguo Reino. De forma especial en eso tan raro como necesario que se llama lealtad institucional y que otros dicen colaboración.

Es muy posible que alguien, aquí, pueda pensar que los más interesados en ello sean los propios Feijóo y Caballero, pero solo los necios negarían que el beneficio mayor y más directo de esas lealtad y colaboración sería para el país. Algo que, por cierto, debería ocupar la cabecera en el orden de prioridades de cualquier gobernante responsable, sea cual fuere su área.

La lista de asuntos pendientes es larga y compleja y parece voluntad de las partes tratarla a fondo con la atención, el tiempo y la paciencia que sean necesarios. Y eso, sin olvidar la prudencia obligada -que no implica desconfianza- es otro factor que subraya la importancia de un encuentro que, y no está de más repetirlo para que se espabilen los despistados, algún sector mediático pretendió minimizar. Sin éxito, otra vez.

Así las cosas, queda aún algo por decir. La cumbre de Vigo deja claro también que el presidente Feijóo, al prescindir de tics y gestos airados demuestra una vez más su talla y que rectificar es de sabios. Y que el alcalde Abel Caballero, al olvidarse de la idiotez antidemocrática del "cordón sanitario", recuerda que, por fortuna, la izquierda en Galicia tiene alguien al que le cabe la Autonomía en la cabeza. Y ya iba siendo hora de que ambos dejasen muestra de la valía que poseen.

¿No...?

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