Con frecuencia la cercanía, sobre todo si está arropada por la rutina, impide observar adecuadamente la problemática que nos rodea y me temo que así suceda con el conocimiento que, generalizando, tiene la ciudadanía de la actual situación del Puerto de Vigo. Afortunadamente este insustituible pilar de la ciudad goza de buena salud y late con pulso firme; pero, como todo lo que tiene actividad, está sujeto a diversos avatares que no deben ignorarse; tanto para combatirlos si son negativos, como para impulsarlos si son positivos.

Por ello y en relación al Puerto sería deseable concentrar la mirada y atención en los diversos aspectos de su actividad -Cruceros, Mercancías, Pesca- para poder responder a las exigencias que se deriven de cada situación puntual prestando generosa colaboración a los responsables de una adecuada y eficaz gestión.

Empecemos por reseñar que aunque no se haya alcanzado el record de hace pocos años, en el tráfico de cruceros la programación en curso es muy aceptable y se adorna con el regreso del familiar Independece of the seas -con riesgo de ser arrebatado por A Coruña- y el debut de dos nuevos colosos, el Anthem y el Britannia, al que en si viaje inaugural se le dispensó una especial bienvenida que sorprendió agradablemente al capitán del majestuoso navío, con una florida acogida protagonizada por nuestra entrañable camelia. Un motivo de satisfacción que no debe ocultar que las previsiones de futuro muestran algunas sombras que debemos afrentar sin pérdida de tiempo, porque los tragos amargos hay que pasarlos cuanto antes, posibilitando que la ingestión de otros más sabrosos los hagan olvidar. El árbol que proyecta tales sombras es una competencia cada vez más firma y agresiva que empezó por el Puerto de A Coruña y que pretende incrementar con una entente cordiale con Oporto, que acaba de inaugurar en Leixoes nuevas instalaciones marítimas para recibir cruceros y contando además con una significativa ayuda estatal. Pero también aquí podemos ofrecer el antídoto de que los viajeros que lleguen a Leixoes divisaran Oporto a vista de pájaro, mientras que en Vigo casi pueden asomarse a los balcones de nuestras casas.

El reto, pues, está servido y exige que desde todos los focos de decisión y especialmente desde el Ayuntamiento se preste leal colaboración a la Autoridad Portuaria para que su gestión, que sin duda va por buen camino, alcance los resultados apetecidos. Por de pronto podemos resaltar el esperanzador pacto de colaboración con Lisboa y la ilusión por los frutos que puedan cosecharse con la programada presencia en varias ferias del sector.

El tráfico de mercancías, naturalmente sometido a los efectos de la crisis y de modo concreto al nivel de producción e Citroên, presenta números positivamente consolidados, con un movimiento de contenedores que, casi monopolizando el de toda Galicia, cuenta con el aliciente de que a los buques que descargan contenedores les esperan ya otros dispuestos para el embarque, con una mejora de rentabilidad que afianza su presencia. Como novedades de última hora hay que resaltar con firmes caracteres el embarque de coches de la factoría vallisoletana de Renault y el nuevo contacto marítimo con México y Suramérica. El futuro aparece despejado porque la entrada en servicio del puerto seco en la Plisan nos dotará de una capacidad que puede proporcionar un despegue exponencial y refrendar las posibilidades de captar el tráfico generado en Castilla León.

Cuando al hablar de pesca se nombra a Vigo, hay que sacarse el sombrero, porque pese a problemas políticos y de caladeros, sigue manteniéndose en la cabecera mundial y, sin dormirse en los laureles, con visos de seguir siendo el abanderado que señala con rutilantes letras la presencia viguesa en el mapa del sector.

En esta toma de pulso al Puerto podemos celebrar que al fin se diese luz verde al Plan de Usos, que permite al Puerto decidir la delimitación de espacios y evitar absurdos enfrentamientos con el Concello y, consiguientemente, erradicar la vergonzosa situación de obras paralizadas. Un significativo logro que, tras anotarlo en el haber de la ministra Ana Pastor, es exigible sea un plan de buen uso y del que es directa responsable la Autoridad Portuaria; sin que ello obvie la responsabilidad de la leal colaboración del Concello. Unos y otros deben apartar sus siglas políticas para cooperar en el afianzamiento del binomio Puerto-Ciudad, porque si no es fácil encontrar dos entes más obligados a entenderse, es lógico que se limen asperezas y que los trámites burocráticos se flexibilicen hasta el límite de la legalidad. Dejemos que el Puerto pueda reanudar los viejos proyectos de las naves de la fruta y de los rederos y, como me consta, pueda haber una remodelación de la zona perimetral con impactante mejora para la ciudad. El entendimiento y las licencias de obra son decisorios.

Aunque haya alguna sombra el diagnóstico parece francamente optimista, pero ese pulso firme hay que arroparlo desde todas las instancias, con decisión y generosidad, utilizando todos los medios a nuestro alcance -gestión, presión, dotaciones, precios, etc.- para que disipadas tales sombras mostremos la privilegiada realidad de que disponemos. Un empeño que no admite deserciones porque a todos atañe la partida y todos participamos en el envite. Ser conscientes de ello es seguro de puerto con pulso firme y de conciencias tranquilas.