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Santiago Lago Peñas.

La Xunta de Galicia: entre el acierto pasado y el desenfoque actual

La Xunta presidida por Feijóo acertó en 2009 cuando hizo de la austeridad el eje central de su política. El cambio de ciclo favoreció que Galicia liderase lo que era inevitable: el ajuste de los gastos autonómicos a sus ingresos. El sistema de anticipos e ingresos a cuenta junto a los errores de cálculo del gobierno central hicieron vivir a las autonomías en un mundo de fantasía que Galicia empezó a abandonar ya en 2009, dos años antes que en buena parte de las Comunidades. Esto produjo ventajas indudables hasta 2013. La deuda autonómica creció significativamente menos en Galicia; los ajustes fueron más repartidos en el tiempo y, por tanto, más digeribles que los que se hicieron en otras partes; no fue necesario acudir al Fondo de Liquidez Autonómica, con lo que ello significaba en términos de pérdida de autonomía; los bancos seguían prestando a la Comunidad gallega lo que no prestaban a otras; Galicia se convertía en una Comunidad seria por comparación a otras; la economía gallega experimentaba una recesión en 2012 y 2013 significativamente más suave que el conjunto. Seguramente, los buenos resultados del PPdeG en las autonómicas de finales de 2012 tienen que ver con todo lo anterior. Por supuesto, podemos discutir los detalles. En particular, el recorte del gasto podría haber sido más quirúrgico y menos generalista. Pero visto en perspectiva y en conjunto, hay que reconocer que la Xunta acertó en su estrategia.

Pero las cosas cambiaron sustancialmente en 2014. El crecimiento económico volvió a España, impulsado por la recuperación de la demanda interna. Y el Ministerio pasó de apretar a las CC AA a ayudarles a cumplir con sus compromisos. Más a quien menos había ajustado y más problemas para refinanciar y pagar sus deudas. El ajuste fiscal se relajó y se acabó el ejercicio claramente por encima de un objetivo de déficit autonómico que, dicho sea de paso, era en exceso exigente. El superávit de las Corporaciones Locales ha compensado en buena medida la desviación autonómica y España ha cumplido razonablemente bien con los objetivos. Hace apenas seis meses no estaba claro que esto fuera a ser así. La satisfacción del Ministro de Hacienda es comprensible.

Lo anterior ha descolocado a la Xunta. Ha cumplido con los objetivos de déficit, pero cierra 2014 como colista en crecimiento del PIB, con una demanda interna en clara atonía respecto al resto de España. El propio Ministro Montoro lo insinuaba en la rueda de prensa del viernes pasado. El déficit de España podría haber sido inferior en 2014 al 5,7% del PIB a costa de una recuperación económica más débil. Claramente, las ventajas de la frugalidad de la Xunta hoy no son las de hace dos años, porque el Ministerio las ha neutralizado en esencia. Por ello, urge buscar un nuevo equilibrio entre austeridad y fomento de la recuperación. Es preciso entender que las decisiones de la Xunta influyen en la demanda interna y, por tanto, en el crecimiento. La política presupuestaria tiene que abandonar la unidimensionalidad e introducir en la ecuación la necesidad de generar expectativas más favorables para el consumo y la inversión en Galicia. No es razonable que siendo los primeros en comenzar con los ajustes, sigamos con actuaciones que todos los demás han abandonado. De lo contrario ocurrirá justo lo inverso de lo que hace 12 meses pronosticaba el Servicio de Estudios del BBVA. En vez de liderar el crecimiento en 2014 y 2015, la economía gallega será el farolillo rojo. Y la probabilidad de que el partido de gobierno repita los resultados de 2012 caerá en picado.

*Director de GEN (Universidade de Vigo)

@SantiagoLagoP

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