Como era de esperar, mi artículo "Santa Compaña, Breogán y los maricomplejines" (11/01/2014) disgustó a los amparadores de la insostenible patraña de Breogán. Entre los disgustados, un profesor de bioquímica de la USC se arrogó el papel de justiciero en aras de restablecer la verdad por mí violada u ocultada, según él. En su carta al director (Orixe das línguas celtas, 8/02/2015) dio un paso al frente como voluntario de la causa advirtiéndome de entrada que iba a ponerme fino: "Véxome no deber, por mor de formación de todas (sic) nos, de puntualizar ao profesor Calaza respecto ao tema do celtismo de Galicia"

Sucede que el susodicho justiciero no puntualizó nada de nada y además me dio la razón de la cruz a la fecha respecto a lo que escribí. Y me la dio doblemente. Por una parte, reconoce que la apoyatura del celtismo histórico gallego se hunde al intentar emparentarlo con las corrientes centroeuropeas, clave de referencia hasta la fecha. Por otra, reconoce asimismo que la tabla de salvación del celtismo -tan estimulado ideológicamente por el nacionalismo gallego- está?¡en España! Concretamente, en territorio íbero-tartesso. De paso miente, pues nunca negué que hubiese habido presencia de celtas en Galicia, constatada lingüísticamente, sino que no había sido tan importante como Murguía y demás manipuladores pretendieron y, en cualquier caso, muy inferior a otras regiones ibéricas (en Galicia no hubo lusitanos ni vetones, los pueblos presumiblemente celtas más importantes)

Siguiendo la tradición de tantos descubridores de mediterráneos, el justiciero puntualiza lo obvio: "Poño en coñecemento do profesor Calaza os recentes avances respecto do celta (.) que se poden consultar nos recentes volumes editados co título "Celtic from the West", I e II (John T. Koch e Barry Cunliffe, editores)".

Y yo pongo en conocimiento del susodicho que los trabajos a los que se refiere no son recientes. Tanto es así que cité algunos de esa línea en un artículo en este periódico ("Desvistiendo a Murguía disfrazado de druida", 4/08/2013) Si bien es cierto que los tomos editados por Koch y Cunliffe datan de 2012 y 2013, los trabajos en que se basan son muy anteriores y de sobra conocidos. Barry Cunliffe publicó "Atlantic Sea-Ways" en 1999 (en la Revista de Guimarães) Por cierto, citado por Francisco Calo Lourido (en versión francesa) en el magnífico libro "Os celtas. Unha (re)visión dende Galicia" que alguien que yo sé ni se molestó en ojear ni en hojear lo que no le impide andar dando lecciones. Y aunque el trabajo específico de Koch respecto a los tartessos es del 2008 su celtoescepticismo eurocentral es anterior, del 2001, y ya muy manido.

Lo importante viene ahora. El proyecto que lideran Koch y Cunliffe (Abrazo) abraza una vieja controversia: los celtas, al menos una variante lingüística atlántica, son originarios de la Península Ibérica. Esto es, serían íbero-tartessos. Curiosamente, el carlista Alfredo Brañas se apuntó a esta hipótesis pero adaptándola a su gusto: los celtas serían autóctonos?de Galicia.

La nómina de estudiosos que vincularon a íberos-tartessos con celtas es amplia. Por ejemplo, el jesuita Juan Francisco Masdeu en su "Historia crítica de España y de su cultura" (1783-1805) afirmó que los celtas eran oriundos de España. El jesuita Fidel Fita ("Restos de declinación Céltica y Celtibérica en algunas lápidas españolas" 1878) estableció una división de los celtas de Iberia en dos ramas lingüísticas. Una, relacionada con la hibérnica o irlandesa antigua; otra, más parecida a la de bretones y al gaélico de Gran Bretaña. Y el insigne Juan Fernández Amador de los Ríos en su "Monumento y tesoro de la lengua ibérica"(1922) sitúa el origen del término "celta" en la ciudad de Celti/Kelty a orillas del río Betis, zona de tartessos.

O sea, si finalmente el proyecto Abrazo se consolida teóricamente transformándose en paradigma dominante del celtismo atlántico, los nacionalistas gallegos tendrán que admitir que son oriundos del sur, de la odiada España de íberos y tartessos.