Así que, visto lo visto y oído lo que se escuchó, caben pocas dudas -al menos para cualquier observador libre de prejuicios- de que el acto ése en el que Xunta, sindicatos y patronal firmaron otro acuerdo multimillonario para formar a los parados y buscarles empleo fue sobre todo un descarado ejercicio general de hipocresía. Y, de paso, una demostración de que el viejo lema del cinismo romano -el do ut des- sigue vigente, mal que le pese a la ética.

Dicho lo anterior, que será mal recibido por los firmantes del pacto, conviene explicarlo. Y añadir, primero, que la finalidad confesa de los acuerdos ha sido ya antes base de objetivos semejantes, y el saldo no puede haber sido más negativo de lo que es: el paro crece en Galicia, los salarios están por debajo de la media española y la temporalidad es la pauta dominante aquí. Y todo según las cifras que publican los propios organismos oficiales. Punto.

Lo del cinismo se explica por sí solo mediante el repaso a lo dicho en la ceremonia de la firma. De un lado cuando el presidente Feijóo alaba a los sindicatos firmantes -Comisiones y UGT- destacando su "sentido de la responsabilidad". De otro, oyendo el silencio de las propias centrales sobre la realidad fáctica del mundo laboral gallego que dicen defender. Y, en fin, lo expuesto por la patronal, que espera mejorar "un poquito" -sic- su parte en 2015.

Hay más que decir, por supuesto, aunque sólo se trate de una opinión. Por ejemplo, que todo ello no es en el fondo más que dar algo a cambio de algo; el do ut des de los cínicos. La Xunta obtiene aún más autobombo y propaganda en víspera electoral y los sindicatos y la patronal un buen montón de dinero -esta vez por línea regular- que aliviará sus depauperadas arcas. Así que todos contentos.

Lo que ninguno puede evitar son las evidencias y sobre todo las sospechas. De las primeras quedan dibujadas algunas y de las segundas persisten todas: casi nadie duda de que eso de la formación sólo disimula financiación -no siempre legal- pese a que la lógica dice que esa tarea debiera estar a cargo del sistema educativo. Y lo de la colocación es un camelo: quien lo dude, que repase los números, que ya se sabe cuán poco opinable es lo medible.

En cuanto a las sospechas, en un país serio sería innecesario citarlas, pero eso no es aplicable aquí. Y llama la atención de forma especial que una consellería bajo la lupa de investigación judicial - por más que endose a otros los posibles fraudes, y que, por cierto, ha tardado dos años en suspender actividades a una de las academias acusadas de corrupción- reciba millones parece una insensatez o, lo que suena peor aún, una provocación.

¿Verdad...?