Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Ceferino de Blas.

Rajoy pregunta por Soraya

Mariano Rajoy se había reunido con un grupo de familiares y amigos en una ciudad portuguesa del Norte. Era un puente festivo y habían concertado encontrarse y celebrarlo con una cena.

En un momento dado, el entonces líder de la oposición, preguntó: ¿qué opináis del nombramiento de Soraya Sáenz de Santamaría?

Era una joven abogada del Estado, desconocida para el gran público, a la que acababa de designar portavoz del PP en el Congreso, en lugar de Eduardo Zaplana.

La avalaba su personal decisión, después de que la hubiera incorporado al equipo su hombre de confianza, Paco Villar, cuando fuera vicepresidente del Gobierno.

Corría el año de 2008, el más duro de su carrera política. Había perdido el segundo asalto a la Moncloa, e influyentes medios informativos conservadores pedían su cabeza. Tenía a Aznar de uñas, a la vieja guardia de perfil, y Aguirre, emperatriz matritense, se afanaba en socavar su prestigio.

El nombramiento había sido una sorpresa mayúscula. Unos lo interpretaban como un paso hacia el despeñadero y comentaristas montaraces lo tomaban a chufla. Ironizaban con que padecía del síndrome zapaterista, de rodearse de gente joven, por inconsistente que fuera. El único valor efectivo era la juventud.

Su rival, que había ganado dos elecciones, se sentía feliz, proponiendo medidas sociales que entusiasmaban a la progresía, ajeno a la crisis que se avecinaba.

Rajoy era el centro de todos los fuegos, y en su partido y fuera de él lo pintaban atrincherado en el último piso de Génova, sede de los populares, a la espera de un milagro.

--¿Qué os parece el nombramiento? insistió, ya que nadie se pronunciaba.

Alguien, oyente confeso de predicadores radiofónicos, respondió sin mucha convicción que quizá con un periodo de experiencia saldría una excelente portavoz.

Pero Elvira Fernández, que acumula años de prudencia, no lo resistió en esta ocasión y sentenció que era un acierto. Ya lo comprobarían.

El tiempo ha dado la razón al líder del PP y confirmado las predicciones de su esposa. La vicepresidenta del Gobierno es ahora la mejor baza del ejecutivo.

Vuelven a cernirse nubarrones sobre el cielo de Rajoy. Aunque sin las presiones de entonces, después de haber ganado la presidencia con mayoría absoluta y fijado la previsivilidad como eje de su gobernación, se enfrenta al reto de designar a los principales candidatos autonómicos y municipales. Ocurre en un momento de bajas expectativas electorales populares, por lo que las decisiones que tome condicionarán el resultado. Si no acierta en los nombres el batacazo es seguro.

Lleva más de treinta años confeccionando candidaturas, pero no ha logrado desembarazarse de la molesta disyuntiva entre las relaciones personales y el interés político.

En más de una ocasión confesó que la elaboración de las listas era un trance doloroso cuando debía descartar a un amigo. Por lo general, prevaleció la conveniencia del partido. Quienes quedaron por el camino no lo olvidan.

Lo que es seguro es que habrá sorpresas. Se da la paradoja de que Rajoy es previsible en las políticas, de forma que se cumple lo que la gente supone que va a ocurrir, pero es imprevisible en materia de nombramientos. El último ejemplo, el del ministro de Sanidad.

De modo que prepárense para ver candidatos imprevistos. Y cuando salgan los nombres preguntará. Porque siempre consulta a posteriori. Nunca antes, salvo a contados augures demoscópicos. Pero la decisión es siempre suya. Y esta vez se la juega.

Compartir el artículo

stats