Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

ILUSTRES

Plácido Diéguez Amoeiro: el farmacéutico de Verín que en 1914 triunfó en Londres

Al comenzar el verano de 1914 un talentoso farmacéutico de una modesta villa gallega triunfaba en la capital del imperio británico : "El Jurado de la Exposición Internacional de Higiene que se está celebrando en Londres ha recompensado con diploma de Gran Premio y medalla de oro al joven y conocido farmacéutico de Verín (Orense), D. Plácido Amoeiro, autor de las especialidades 'Tónico antineurasténico Amoeiro' y 'Pneumogenol', que presentó en dicha Exposición", la noticia se replicó como un eco de tinta sobre las páginas de la prensa gallega entre finales de junio y principios de julio; parece posible que la entrega del galardón se realizase el 8 de este último mes.

Ese día la ciudad de Londres aún guardaba luto por la muerte de Joseph Chamberlain, aquel ardiente imperialista Secretario de Estado para las Colonias. Era un año convulso. En el ambiente crepitaba la lucha sufragista: el 10 de febrero la activista Mary Richardson había entrado con su falda y un ceñido abrigo gris en la Nationall Gallery para acuchillar con violencia el lienzo de la magnífica Venus del Espejo, símbolo velazqueño de la belleza femenina. Y en el plumaje de los perennes cuervos de la Torre de Su Majestad se reflejaba el oscuro augurio de guerra que se cernía sobre Europa después de que a finales de junio Gavrilo Princip, secuaz de la Mano Negra, descerrajara varios tiros a bocajarro sobre el archiduque Francisco Fernando y su mujer, ocasionando su muerte.

Aquel día, aquel 8 de julio, Plácido Diéguez Amoeiro debió sentirse hondamente satisfecho por el éxito de sus productos. El fruto de años de intensa investigación y ensayos en el Laboratorio Amoeiro, empresa familiar, lo encumbraban al Olimpo, para poder beber el néctar de la gloria directamente de la copa de la diosa Higía, matriarca símbolica de su gremio.

No sabemos si el talentoso boticario de Verín asistió personalmente a la recogida del diploma, y a la imposición de la medalla de oro en nombre del rey Jorge V, una medalla primorosa que hoy guarda celosamente un nieto del agraciado. No sabemos si Plácido vivió el contraste inmenso que habría entre su modesta villa cercana a los 6.000 habitantes y la gran metrópolis de 7.000. 000.

No sabemos si el brillante boticario estuvo allí, pero podemos imaginarlo, a sus veintiocho años, con su porte de gentlemen perfectamente armonizado con la esbelta figura del Big-Ben, mientras su corazón palpita flemáticamente al son del reloj más famoso del mundo. Si estuvo allí, Plácido se habría mimetizado seguramente con la burguesía liberal londinense; así lo podemos deducir al contemplar el retrato en sepia con que lo inmortalizó el magnífico fotógrafo Pacheco.

En esa imagen se aprecia medio cuerpo de un hombre elegante, con cierto aire de dandi, vestido con una chaqueta oscura de solapa ribeteada y con un pañuelo asomado con mesurado descuido en el bolsillo de la pechera, debajo luce límpida una camisa blanca de alto cuello ceñido por una corbata de fina línea negra. El peinado cuidadoso, con raya al lado izquierdo, se asienta con fijador sobre la frente despejada. El rostro terso guarda buena proporción. La mirada transmite hondura y amabilidad, con un tenue matiz existencialista. Y bajo la nariz de perfil griego, recta y algo carnosa, descansa un bigote a la par curioso y sobrio.

Ese rostro trasluce educación y perseverancia, rasgos propios de los Diéguez Amoeiro de Verín, saga singular en la historia de Galicia, de España, con destacados miembros a lo largo de las generaciones en los ámbitos de la sanidad, la política, la jurisprudencia y la administración; y que a día de hoy, salvo que mis informaciones estén erradas, aún espera inexplicablemente un merecido homenaje público (parece que no hay una calle que lleve el nombre de alguno de ellos).

De esta estirpe fue digno continuador Plácido, destacadamente en la rama sanitaria. De Verín marchó joven a la capital de Galicia, donde se licenció en Farmacia y realizó estudios de medicina. Volvió a su villa natal para continuar con el laboratorio familiar. Allí vistió la impoluta bata blanca. Y con vocación científica y espíritu de alquimista se enfrascó entre matraces y pipetas para crear una treintena de especialidades patentadas.

La enunciación de sus inventos suena como una salvífica letanía de rebotica, que fue alivio durante muchos años para quienes padecieron diversos males de la salud: el Tónico antineurasténico Amoeiro y el Pneumogenol, que se utilizaron, según refieren los descendientes, para paliar los graves efectos de la I Guerra Mundial; el Arsonton (medicación reconstituyente y tónica, integrada por elementos esenciales en la constitución de la célula viva); el Autoanestol (anestésico inyectable, utilizado exitosamente en la II Guerra Mundial); y el Liver-Kal (indicado contra el raquitismo, escrofulismo y linfatismo de niños y adultos; así como para el tratamiento de la tuberculosis, aumentando las resistencias vitales).

Es fácil encontrar entre la publicidad de entonces anuncios de los preparados Amoeiro. Su notoriedad en el mercado fue evidente, dispensándose desde los mostradores de la famosa farmacia Andreu de Barcelona, o en las de los colegas madrileños, como Companys, Gallego, Jiménez, Santos Cabrero y Antonio Bonald. La reputación de las fórmulas Amoeiro cruzó las aguas del Atlántico, y trató de expandirse entre las farmacias de Latinoamérica, gracias a la comercialización del Centro Farmacéutico de Vigo.

El prestigio profesional adquirido por Plácido Diéguez Amoeiro justificó que la Unión Farmacéutica Orensana le encargase la elaboración de un purgante antibilioso y depurativo, junto con el refinado y envasado de Aceite de Hígado de Bacalao, que bajo una atractiva presentación, y etiquetado en tres idiomas, tuvo una acogedora respuesta comercial.

Hay otros aspectos de la "epopeya vital" de este verinés que podrían recogerse con mayor detalle, como su compromiso político activo en la corporación municipal de su villa, pero hoy queríamos recordar tan solo el 'Triunfo de un boticario de Verín', haciéndonos eco del titular que, al cumplirse el cincuentenario del premio, acuñó en una de sus exitosas "Postales del año?" el gran periodista y escritor Manuel de la Fuente desde las páginas de Faro de Vigo.

Plácido Diéguez Amoeiro falleció en 1939, a los 53 años, siendo presidente del Colegio de Farmacéuticos de Ourense. A pesar de su temprana muerte, tuvo una vida cumplida y de indiscutible interés para nuestra historia; una vida a la que habremos de dedicar mayor atención, pero que ahora nos invitaba a recordarla cuando se cumple el centenario de aquella curiosa medalla.

(*) Director do Arquivo Histórico Provincial de Ourense

Compartir el artículo

stats