En días de presupuestos es oportuno hacer un llamamiento, sin esperanza pero con convencimiento: destinen cuanto puedan a conservar las cosas. Lo que al final distingue a una sociedad desarrollada de una sociedad en desarrollo es la función conservadora, el mantenimiento. Se habla demasiado de sostenibilidad, pero se va la fuerza por la boca. ¡Qué gran pacto de Estado entre ayuntamientos, autonomías y gobierno central sería el que consistiera en introducir este lema en los presupuestos: vamos a conservar lo que hay!. Carreteras erosionadas, instalaciones de cualquier clase en estado de abandono, equipamientos públicos sin mantenimiento. Un pasivo que crece sin cesar, y antes o después vendrá con su enorme factura. Todo proviene de la crisis, claro, pero ese es el mejor modo de realimentarla, y de crear un paisaje de crisis que favorece la depresión, la indolencia y el desánimo.
