Este diario publicó recientemente una Tribuna de la autoría de Rafael Cuiña ("A reforma da falacia", 4/09) que en modo alguno puede quedar sin réplica. Porque uno también ha escrito aquí de reformas electorales sin llamarles a los demás "altavoceiros que berran".

Provoca conmiseración y algo de repugnancia comprobar hasta que punto el resentimiento y el odio pueden malograr a una persona. Especialmente si la persona fuese tan soberbia que se considerase avalada por el derecho de sangre para heredar una Consellería que, vista la carencia de un par de hervores, no pudiesen darle. Mal consejero es el despecho. De otra forma no se entiende que, solo por perjudicar al Partido Popular, alguien les baile el agua y vaya de ganchete con quienes insultaron canallescamente a su padre. Aun recuerdo las constantes acusaciones, a buen seguro bajunos infundios, que los que hoy cierran filas contra la reforma electoral lanzaron contra un Conselleiro al que endosaban el amaño concursos públicos para enriquecerse. Llegando hasta decir que había aprovechado la tragedia del Prestige para enriquecerse más todavía vendiendo botas e impermeables a la Xunta para equipar a voluntarios y activistas.

Y como tengo memoria de tonto, también recuerdo una fotografía de Feijóo agarrando cariñosamente con ambas manos la entristecida cara de Rafael Cuiña, supongo que en el funeral de don Xosé, que la tierra le sea leve. Lo cual no ha impedido que el susodicho, con memoria de listo, sí, repitiese pública y reiteradamente, cuando ya se había lanzado a la política montando su propio chiringuito, que Feijoo ha sido el peor presidente de Galicia. Un bien nacido, alguien con suficiente salud moral para poder sentir agradecimiento, aun estando en desacuerdo político con el PP, dejaría que otros hicieran el trabajo sucio en lugar de, despechado, implicarse cuerpo a cuerpo en la reyerta contra antiguos compañeros. Porque su Tribuna es puro trabajo sucio. Además de falaz e insultante.

La argumentación fundamental del señor Cuiña reposa en las siguientes líneas: "Se nos cálculos de Arriola, o PP saíse cuantitativamente prexudicado, esa reforma (la electoral) simplemente non se levaría a cabo. Así de simple, e así de miserable".

Sin lugar a dudas, lo que resulta simplista y miserable es la argumentación de Rafael Cuiña. El Partido Popular dispone de informáticos y sociólogos suficientemente bien informados como para saber que la reforma le perjudica a escala estatal, es common knowledge, aunque solo fuere por las coaliciones frentistas previas que provocará. A escala local pudiera favorecerle en tal o cual ayuntamiento (y aun así habría que conocer concretamente la eventual reforma) pero los populares tienen asumido que no obtendrán ventaja global y que nadie podrá acusarles de cambiar las reglas del juego a favor. Ello no obsta para que quizás en Galicia y alguna otra región la reforma les favorezca. Pero España es bastante más que cuatro provincias.

Finalmente, en previsión de las habituales calumnias, quiero dejar bien clarito que ni yo ni nadie de mi familia estamos en deuda con el PP, ni con ningún otro partido, ni estaremos jamás. No todos pueden decir lo mismo.