El vidente Sandro Rey, que es el último grito en materia de predictores del futuro, acaba de vaticinar que Cataluña será independiente en cosa de veinte años, como muy tarde. Rey le ha tomado el relevo a Rappel en el negociado de la brujería y la nigromancia televisivas, por lo que conviene tener muy en cuenta sus augurios aunque no acertase en un reciente pronóstico sobre la victoria de la selección española en el Mundial de Brasil. El mejor adivino echa un borrón, ya se sabe.

El de la adivinación es un oficio de alto riesgo, incluso cuando lo practican gentes eruditas no necesariamente vinculadas al Tarot o las runas. Baste recordar el caso del premio Nobel de Economía Paul Krugman, que allá por mayo de 2012 pronosticó en su blog el "fin del euro" en cuestión de pocos meses.

Decidido a hacerle la competencia a la Bruja Lola, Krugman anunció que Grecia saldría del euro al mes siguiente (esto es: en junio de 2012). A continuación, los españoles e italianos, víctimas del pánico, retirarían en masa su dinero del banco para llevárselo a Alemania, circunstancia que inevitablemente obligaría a los gobiernos de España e Italia a establecer un "corralito". El siguiente paso lo daría el BCE al acudir en socorro de los bancos para evitar su derrumbe; y, como resultado de todo ello, se produciría el hundimiento de la moneda única europea.

Para evitar tamaña catástrofe, Krugman invitaba a Alemania a cambiar su estrategia de austeridad y aceptar inyecciones masivas de capital público en las economías más débiles de Europa. La canciller Angela Merkel hizo como que no oía y, a pesar de ello, ni Grecia ha salido del euro, ni ha habido corralito por aquí, ni -de momento- el euro se fue por el desagüe. A veces, la realidad se porta de manera muy desconsiderada con los augures.

No solo los Nobel fallan en sus pronósticos como un astrólogo cualquiera, claro está. Otra profecía famosa -además de carísima- fue la formulada años atrás por la Organización Mundial de la Salud sobre la mortandad de la gripe A, que según los cálculos de ese alto organismo iba a dejar un rastro de 150 millones de cadáveres. Al final, el saldo de la epidemia quedó reducido a la módica cifra de 18.000 defunciones, aunque para entonces las compañías farmacéuticas ya habían liquidado casi todas sus existencias de vacunas en stock.

A la vista de tales precedentes, no extrañará que un grupo de escépticos haya establecido en Italia un Comité para el Control de las Afirmaciones sobre lo Paranormal (CICAP), que se encarga de verificar el cumplimiento de las profecías. El mentado organismo sostiene que "ni la astrología ni cualquiera de las otras prácticas adivinatorias ayudan a prever el futuro", principio de sentido común que tanto vale para Sandro Rey como para los premios Nobel o los más campanudos organismos de la ONU.

Bien lo saben los banqueros de Goldman Sachs que, además de no prever la llegada de la crisis, se atrevieron a pronosticar meses atrás el triunfo de Brasil en el Mundial de Fútbol mediante un sistema de predicción estadística de lo más científico.

En realidad, el único profeta cum laude del que hay noticia fue el ya infelizmente fallecido pulpo Paul: un intuitivo cefalópodo que acertó todos los resultados del torneo de Sudáfrica en el que España logró su primera Copa del Mundo. Sandro Rey y sus ilustres colegas tienen mucho que aprender aún.

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