Tras cierta práctica de la yenka -un pasito adelante, un pasito atrás-, el señor Mas, presidente de la Generalitat de Cataluña, cruzó la hipotética frontera por él imaginada para acercarse a Madrid y entrevistarse con su homólogo Rajoy. Los pronósticos que auguraban un diálogo de sordos no resultaron erróneos, porque en el fondo Mas solo pretendía más de lo mismo; de lo que una y otra vez le advirtieron que era quimérico.

Y desde mi total discrepancia con sus planteamientos, entiendo que tampoco pudiera actuar de otra forma, ya que la venta política de su absurdo independentismo le ha metido en un peligroso círculo de muy difícil salida; salvo para aceptar la defenestración de su causa; de que ha estado vendiendo humo sin pensar en que la Constitución cuenta con fuelles que lo volatizarían con facilidad. La cuestión es ¿cómo va a renunciar ahora a lo que defendió a ultranza, pasándose por el arco del triunfo la legalidad vigente? Sería pasto para la repulsa ciudadana de los ilusos que creyeron y compartieron su quimera y, sobre todo, se convertiría en la diana perfecta para el fuego a discreción de sus rivales políticos. Solo desapareciendo de escena, haciendo un definitivo mutis por el foro mitigaría el escarnio que sobre él se cernería.

Irresponsablemente él mismo ha impuesto la penitencia al pecado de vender fantasías irrealizables por ilegales y, aún más, por las consecuencias que de ellas se derivarían. El aparente apoyo con que cuenta es institucional y defendido por correligionarios y otros aspirantes a la poltrona. También por grupos de población adoctrinados desde las escuelas y lobbies de presión.

Pero el sentido común y la sensatez de un amplio sector de la ciudadanía al reflexionar sobre los resultados de la pretendida independencia constatarían que Cataluña dejaría de pertenecer a la UE; que para sus productos se cerrarían los principales mercados, con un más que posible desmantelamiento del tejido industrial, buscando ubicación en zonas que le mantengan el estatus de comunitarios; que habría que enfrentarse a la incapacidad económica para mantener infraestructuras y servicios. etc... Aunque presentase visos anecdóticos no carecería de peso específico que Barça y Espanyol tuviesen que limitarse a competir en una liga catalana. ¿Apocalipsis?

La incursión del señor Mas podría haber propiciado el diálogo sobre diversos temas y conseguir que sus pretensiones se estudiasen con ánimo de aceptarlas, pero al introducir como tema estrella -y puerta para cualquier otro al denegado referéndum- el diálogo de sordos estaba servido, porque el interlocutor del señor Mas, el presidente del Gobierno español, había dejado perfectamente claro y en diversas ocasiones cuál era su posicionamiento al respecto. Y no podía ser de otra forma porque, al margen de sus convicciones -que no pongo en duda-, su alta magistratura le obliga a defender la unidad de España y evitar que se vulnere la Constitución, cumpliendo y haciendo cumplir las leyes .

Plausible también la determinación del PSOE en cuanto a la unidad patria; más discutible que apueste por un Estado federal, ya que es una fórmula normalmente aplicable a estados independientes que quieren confederarse para crear un ente superior, pero no para el objetivo contrario de dividir el todo en pequeños reinos de taifas Sucede además que nuestro estado de las autonomías ya concede amplios márgenes de autogobierno y no se me ocurre que más podría ofrecerles un Estado federalista sin romper la unidad nacional. Si el PSOE tiene aclaración a esta duda, como diría el muñeco Macario, "me lo expliquen".

Con independencia de esta puntualización, la manifestada posición de los dos grandes partidos refuerza la encrucijada en que se ha metido el señor Mas y de la que no va a salir sin trasquilado político, porque insistir en más de lo mismo acabará determinando que Mas sea menos; mucho menos y con pocas posibilidades de comer el próximo turrón navideño sin abandonar su actual estatus.