En la segunda mitad del siglo XIV, posiblemente entre los años 1340 y 1370, vivió el trovador Santiago Macías, bajo el reinado de Pedro el Cruel. Estos datos parecen confirmados por Íñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana, en su Proemio e Carta al Condestable de Portugal (Madrid: Castalia; 1984), al referirse a su contemporaneidad con Vasco Pérez de Camoens y por el epígrafe que antecede al Cancionero de Baena: Esta cantyga fiso Maçias contra el Amor, emero algunos trovadores dicen que la fiso contra el Rrey don Pedro. También son ratificados por los estudios de lingüística comparada que hizo el hispanista estadounidense Hugo Albert Rennert (Filadelfia 1858-1927) sobre las cantigas de Alfonso X el sabio y otros documentos lucenses del siglo XIV. Su lugar de nacimiento fue la villa de Padrón, según el franciscano Juan Rodríguez del Padrón (Padrón, 1390-1450), también padronés y trovador, que al relatar la historia de Ardanlier y Liessa (El Siervo libre de amor. Madrid: Castalia; 1976) escribe: El buen Maçias gadisan de águila nasçido en las faldas dessa agra montana -refiriéndose probablemente al Pico Sacro, cerca de Padrón-. Asimismo, lo confirmó el benedictino P. Martín Sarmiento: Fernan Cascacio, aquel enamorado Macías, frase que llevo a que el jesuita catalán P. Fidel Fita y otros investigadores interpretaran que nació en la parroquia de Carcacia del municipio de Padrón. En realidad nada se opone a que Macías fuese padronés y carcaciense, pero tampoco existe documentación alguna que lo acredite de forma fehaciente.

Tampoco nada sabemos de su infancia y mocedad. Al parecer, aunque muy pobre, era hidalgo con ascendencia del antiguo, honrado y noble linaje del reino de Galicia. Ya desde muy joven destacó por su talento poético, motivo por el que, según don Fernán Núñez de Toledo, el comendador Griego (Valladolid, 1475 - Salamanca, 1553) en su Laberinto de Fortuna, editado en 1499, fue nombrado gentilhombre, al servicio de don Enrique de Aragón, marqués de Villena y maestre de Calatrava. Allí, en el palacio del maestre, Macías conoció a doña Elvira -que unos aseguran era hija de don Enrique y otros dama de compañía-. Acaeció en el momento en el que la dama cabalgaba por un puente, tuvo la desgracia de caerse al río y Macías la salvó de perecer ahogada-según información dada por don Pedro, Condestable de Portugal en su Sátira de felice e infelice vida (Alcalá de Henares: Centro de Estudios Cervantinos; 2008)-. Desde el primer momento nació entre ambos una pasión inmensa y secreta. Sin embargo, quiso la desgracia que Macías tuviese que ausentarse para formar parte de las fuerzas que iban a luchar en Granada. Mientras tanto, el maestre dispuso que doña Elvira se casase con don Hernán Pérez de Vadillo, marqués de Porcuna. A su regreso, Macías se enteró desesperado de la amarga noticia y convirtió su desolación y penas en poesías que evidenciaban públicamente su atormentado amor. Y no solo eso, un día se encontró a doña Elvira cabalgando y le rogó se apease para hablarle, a lo que accedió su amada. Macías quedó satisfecho, mas cuando ella se alejó y él se quedó pensativo y cavilando, acertó a pasar por allí el de Porcuna, al que no conocía, y que le preguntó sobre sus preocupaciones, a lo que Macías le contestó: Mi sennora puso aquí sus pies en cuias pisadas yo entiendo beuir e fenescer mi triste vida. Al enterarse el don Hernán, por los propios labios de Macías, lo denunció encolerizado ante su señor, el cual le exigió al trovador olvidase sus amores imposibles. Macías no obedeció y siguió cortejando a su amada, por lo que el maestre ordenó encarcelarlo en el castillo de Arjonilla (cerca de Andújar, en la provincia de Jaén).

A pesar de estar prisionero, la pasión del trovador no se enfrió y en los atardeceres, desde su celda, acompañado de su laúd, se dedicaba a cantar sus amores e incluso se dijo que hacía que las poesías llegasen a doña Elvira. Sus canciones eran tan inspiradas, hermosas y francas que las gentes de alrededor, cada día en mayor número, se acercaban a escucharlas: Cativo da miña tristura/ xa todos prenden espanto/ e preguntan qué ventura/ foi que me tormenta tanto./ Mais non sei no mundo amigo/ a quen máis de meu quebranto/ diga desto que vos digo:/Quen ben see, nunca debía/ al pensar que fas folía. La notoriedad fue en aumento hasta el punto de que cada día se congregaba una multitud ante la mazmorra.

La noticia llegó al marqués de Porcuna que, lleno de celos y rabia, mató al trovador atravesándole el corazón con un venablo lanzado a través de la ventana de la celda. No se sabe a ciencia cierta si lo hizo de su propia mano o comprando a un carcelero para que lo asesinase en la penumbra. Falleció al instante, lejos de su querida Galicia, mientras cantaba una de sus poesías. El cuerpo del desdichado Macías fue sepultado con gran pompa en la ermita de Santa Catalina de Arjonilla. En su sepulcro, por orden del que había sido su señor, el Maestre de Calatrava, figuró la escueta inscripción: "Aquí yace Macías el enamorado". Dicen que mientras existió el sepulcro nunca faltaron flores sobre su tumba. Todavía en la actualidad corre el rumor de que algunas noches suele acercarse al lugar que fue su panteón una delicada sombra con figura de mujer.

Esta es la historia de un amor imposible y trágico llevado hasta las últimas consecuencias. Es muy elevado el número de publicaciones que se refieren a Macías y cada texto presenta su versión de modo distinto, si bien coinciden en algunas líneas generales. El relato que les he contado es el fruto de una reconstrucción en la que he tomado datos de unos y de otros. Existen versiones muy diferentes. No hay pues nada de original en mi narración y por supuesto carece de rigor documental. En una de las narraciones, bastante alejada de la aquí expuesta, Macías aparece enamorado de la mujer de don Enrique, María de Albornoz, con quien este se había desposado por interés y deseaba matar para, una vez viudo, acceder al maestrazgo de la Orden de Calatrava. Con este fin le encomendó el asesinato al propio Macías, a lo que este se negó, y por lo que su mentor lo encarceló y después lo mató. Doña María se retiró a sus palacios de Cuenca, donde enloqueció, y desde allí visitaba la tumba de Macías. Un día el sacristán la vio tendida sobre la lápida y, creyéndola borracha, la golpeó con su bastón, cuando en realidad ya estaba muerta y aferrada a la sepultura, mientras sus marchitos y fríos labios besaban la losa. En total, que como afirma Carlos Martínez-Barbeito, la atrayente figura del trovador y la aureola que lo rodeó desencadenó "una especie de furor historicista o irreflexiva y obcecada debilidad por los mitos". A los que quieran estudiar rigurosamente el trovador gallego les recomiendo lean su obra: Macías el enamorado y Juan Rodríguez del Padrón. Estudio y Antología. Santiago de Compostela: Bibliófilos Gallegos; 1951. Y sí aún quieren aumentar sus conocimientos, recurran a Hugo Rennert, autor de Cantigas de Macías o Enamorado, trovador gallego del siglo XIV. Buenos Aires: Emecé Editores; 1941, así como los trabajos actuales de Antonio Cortijo Ocaña.

Macías fue el último poeta medieval en lengua gallega. Se le atribuyeron hasta 21 cantigas, que pertenecen a la llamada escuela galaico-castellana, reunidas en el Cancionero de Baena, que incorpora a la tradición gallega medieval elementos de poesía cortesana. Son cinco poemas los que se conservan: "Cativo de miña tristura", "Señora, en que fiança", "Amor cruel e brioso", "Con tan alto poderío" y "Probé de buscar mesura". Para diferentes autores Macías destaca más por su leyenda que por su obra poética. Así, Federico Sainz de Robles (Madrid, 1898 - 1983) en su Diccionario de Literatura (Madrid: Ed Aguilar; 1952) escribe: "Más vale en él la leyenda que los versos. Pocos y muy desmayados son estos. Más conocido que por ellos, por su leyenda de su amor adúltero y de su trágica muerte". En la misma línea, según Ramón Menéndez Pidal (A Coruña, 1869 - Madrid, 1968), destaca "no por sus versos, sino por haber sido, mediante su leyenda, fuente de inspiración de otros poetas que supieron realizar de una manera apasionada y poética lo que el alma ardiente de Macías decía sentir y no pudo expresar sino vaga y desaliñadamente". Como verdadero patrón de amadores Macías fue llevado repetidamente a la literatura, como elemento temático de comedias, dramas y novelas. Así, sería el representante de los amantes castellanos frente a otros como los franceses o los catalanes. Ya citamos a Rodríguez de Padrón -que lo incluyó en su historia ficcional como peregrino de amor compostelano, en atributo a su paisano- y a El Marqués de Santilllana, pero también sería trama de Juan de Mena (Córdoba, 1411 - Torrelaguna 1456) en El orden de Venus y de Garci Sánchez de Badajoz (Écija, Sevilla, 1460 -1526) en su Infierno de amor. Lo gallego de Macías también pervivió durante el siglo XVI a través de diversas obras, de las que es la más conocida La Diana de Jorge de Montemayor (Barcelona: Crítica; 1996). La novela barroca de viaje y peregrinación repite de nuevo el motivo amoroso gallego, durante el siglo XVII, de las que son ejemplo El viaje entretenido de Agustín de Rojas Villandrando o El peregrino en su patria de Lope de Vega. Asimismo, Lope de Vega recogió la leyenda de Macías en su obra Porfiar hasta morir (Alicante: Biblioteca Virtual Cervantes; 2002). Otro ejemplo es la novela de Mariano José de Larra, El doncel de don Enrique el Doliente (ed. actual: Madrid: Tebas, 1975), en la que el protagonista aparece como paradigma del amante fiel hasta la muerte. Esta última obra volvió a ser muy nombrada cuando transcendió a los medios que una de sus ediciones de bibliófilo fue el regalo de doña Letizia Ortiz, hoy Reina de España, en su pedida de mano, al hoy rey de España, Felipe VI. No debemos olvidar la obra de Ramón Cabanillas y Antonio de Lorenzo: Macías o namorado; Poema Escénico, Prosa e Verso, a Xeito de Guieiro Musical, Sóbor dunha Cantata de Otero Pedrayo. Música de I. B. Maiztegui. Vigo: Editorial Galaxia; 1956. La figura de Macías quedó para siempre elevada a símbolo de mártir de amor en el género sentimental.