La ciudad de Antioquía (Antakya) se encuentra en Turquía. Es en la actualidad la capital de la provincia de Hatay. Situada en el margen oriental del río Orontes, fue fundada a finales del siglo IV aC por Seleuco I Nicator como capital de su imperio en Siria. En recuerdo a su padre, llamado Antíoco, le otorgó su nombre a esta metrópoli y a otras dieciséis ciudades por él fundadas en diversas situaciones geográficas. Una de ellas se dijo estaba asentada en A Limia, una comarca situada al sur de la provincia de Ourense, la que comprende las tierras bañadas por el río Limia y sus afluentes, que conforman una amplia planicie rodeada de montañas no muy elevadas -San Maqueda, Queixa, Larouco y Pena-, en el lugar que ocuparía después la laguna de Antela, también llamada lago Beón, que constituyó uno de los humedales más importantes de Europa, a 611 metros sobre el nivel del mar, y que posteriormente fue desecada. Para otros la Antioquía ourensana habría sido instituida por el hijo de Seleuco, también de nombre Antíoco, que habría emigrado a Xinzo de Limia, preso del amor heroico -mis lectores conocen algo de esta posible historia (El amor heroico o "mal de amores". Faro de Vigo, 22.09.2013)-.

La ciudad ourensana Antioquía (para otros Lucerna o Valverde) constituyó una urbe poderosa y fuerte y sus vecinos, que eran muy belicosos y agresivos, faltos de corazón y caridad, avasallaban a las gentes de los pueblos de los alrededores hasta el extremo de que Dios decidió castigarlos, proponiéndose salvar solo a los justos que pudiese haber. Con este propósito Jesús vino a la tierra y visitó la ciudad en figura de pordiosero y pidió limosna por sus calles, de la primera a la última casa, sin encontrar a nadie que se conmoviese ante sus súplicas, e incluso le respondieron de mala manera. Atribulado por tal comportamiento decidió marcharse y, cuando ya se iba monte arriba, vio una casucha entre los robles y junto a ella una pobre vieja al lado de un fuego, que más le ahumaba que calentaba. Jesús se acercó y le pidió limosna. La anciana, cuya única compañía eran una cabra y una gallina, le mandó pasar, le sentó a la lumbre, le dio una taza de leche con un huevo batido y, al verlo tan abatido y desdichado, le ofreció su propio camastro de harapos. Cuando amaneció y despertó con el alba del día siguiente, Jesús le dijo a la longeva mujer:

-Ven, te quiero mostrar lo que fue de Antioquía.

Y con sorpresa la viejecita contempló que la ciudad había desaparecido bajo las agua de una laguna y que de sus gentes nadie se había salvado excepto ella misma. "Na mañanciña de san Xoán, cando o primeiro raio do sol relampra na lagoa, alá embaixo, moi fondo, albíscase o campanario da ingrexa. E a noite do Nadal, ás doce en punto, ósense cantar os galos". El sonido plañidero de las campanas, emergiendo hacia la superficie, nos recuerda el castigo divino. Además coincide con el solsticio de verano, fiesta santificada antes del cristianismo. El gallo con su canto ya era símbolo sagrado e iniciático de los celtas, que todavía destaca en las torres y campanarios de nuestras iglesias y pazos. Algunos aseguraron haber avistado la ciudad en el Pozo da Meiga. A todo ello se añade que ciertos paisanos también relatan que doña Inés de Castro, nacida en Xinzo y enterrada en Coimbra, peregrinaba, durante las noches de niebla, entre los juncares de la laguna.

Esto es lo que, más o menos contaron y cuentan los narradores de la tradición oral, pueden creérselo o no mis lectores, pero no prohibirme el derecho a recordarla -que si quieren saber más pueden recurrir, entre otros, a Xesus Taboada Chivite (Las leyendas de la laguna de Antela. Cuadernos de estudios gallegos. T XXIV; 1979) y a José María Merino (Leyendas españolas de todos los tiempos. Madrid: Ed Temas de hoy; 2000). El "Pseudo-Turpín", es la primera redacción atestiguada de una ciudad maldita anegada, que procedería de la Lucerna suiza, erigida y fundada en el actual emplazamiento al borde del lago que lleva su nombre; pero los poemas épicos franceses la sitúan en la Luiserne del Bierzo, si bien la pervivencia del topónimo se verifica en Sanabria y también en la Limia. En cualquier caso, la "memoria soñada" ayuda a comprender la verdadera historia de lo grande y lo pequeño.

Pero hay más, según nos cuenta Vicente Risco (Libro de la horas. Orense: Gráficas Tanco; 1961): "Espesuras de juncos y espadañas ocultan parte de ella (la laguna de Antela) en el verano; en el invierno, la habitan aves acuáticas que vienen hasta del más lejano Norte, incluso el cisne boreal, que anidaba en el templo del Apolo Hiperbóreo?" e incluso vio volar una garza real y un poco más allá, donde está el abandonado convento franciscano de Trandeiras, uno de sus frailes dio noticia de los temibles cínifes que pululaban por la laguna, amenazando con su zumbido, y que no son otros que los ejércitos encantados del Rey Arturo.

Francisco Conde-Valvís Fernández (La Laguna Antela y sus vicisitudes histórico arqueológicas. Boletín Auriense. 1975; T V: 159-177), estudió los canales romanos para la desecación de la laguna, llegando a localizar un canal de drenaje de 26 kilómetros. Asimismo, esbozó su propio proyecto de desecación, que llevó en 1937 a la Junta Técnica de la Falange, donde fue aprobado, si bien no se ejecutó. Asimismo, nos informa de la existencia de palafitos o habitaciones lacustres, al haber encontrado vestigios de su construcción rigurosamente circular, que los romanos respetaron y se correspondería a los desaparecidos cortellos. Eugeniusz Frankowski (Horreos y palafitos de la Península Ibérica. Madrid: Istmo; 1986), sostiene que los hórreos gallegos, al igual que los asturianos, serían la continuación de estos palafitos.

La ciudad asolada siempre está dando avisos de su posible existencia, como si quisiese ser descubierta. El nombre de Antela puede derivar del dios Antúbal, al que hace referencia la inscripción de Valnay; otros, como Conde-Valvís, lo creen derivado de Anta (menhir). Manuel Murguía (Historia de Galicia. Lugo 1865) afirma que en tiempos de sequía continuada hicieron su aparición en la laguna antelana calzadas y cimientos de edificios. Marcelo Macías informa del hallazgo, próximo a la laguna, de dos lápidas, lo que le llevó a presuponer que estuvo allí asentada una ciudad (Civitas Limicorum. Boletín de la Comisión de Monumentos de Orense. 1898; T I-5: 75).

La laguna de Antela era una gran masa de agua que llegó a alcanzar los 43 km de perímetro, tenía la belleza de un lago y aparecía subdivida en lagunas, charcos y juncares. Su valor ecológico era muy grande y estaba habitado por patos y otras aves acuáticas, algunos pescados, ranas y sanguijuelas, a la vez que contaba con una variada vegetación acuática. Hasta sus sanguijuelas fueron aprovechadas y exportadas durante años a Francia con fines terapéuticos. Rodeándola había un mosaico de tierras cultivadas y pastizales, setos arbolados y arboledas dispersas (González y Villarino, 2001 y 2003, tomado de la SGHN).

A pesar de ello, y como un maleficio, desde siempre planeó sobre la laguna su posible desecación a la búsqueda de la explotación de las tierras anegadas, por lo que fueron muchos los proyectos con esta finalidad. Ya en 1827 se cita el intento del corregidor de Xinzo, don Juan Toubes, que inició la limpieza de un antiguo canal romano.

En 1831 Juan Manuel Bedoya, canónigo de la catedral de Ourense la favoreció y propició al considerarla "un grande y pestilente charco" en su Memoria sobre el desagüe de la laguna de Antela o de la Limia, en la provincia y obispado de Orense, reino de Galicia (Orense: Imprenta Juan María Pazos; 1831), opúsculo muy bien estudiado, y al que les remito, por Miguel Ángel González García (La laguna de antela y el deán bedoya en 1831. Auria. 2005; 97: 38-40). La obra, que proponía ya como solución, era el desagüe en el río Limia, que al parecer fue iniciado y abandonado. Nuevos intentos de desecación surgieron, entre ellos el de Toribio Iscar en 1864, el de la Marquesa de Longueville en 1877 y otros, pero todos fracasaron por distintos motivos.

Al final, ¡lamentable error!, en 1957 el ingeniero Francisco Zapata Tejedor recibió el encargo de redactar el proyecto de desecación (Desecación y saneamiento de la laguna de Antela. Revista de Obras Públicas. Madrid, junio de 1967). La obra que, según ley de 27 de diciembre de 1956, buscaba "la conquista para la producción agrícola y ganadera de los terrenos de Antela" contó con el decidido respaldo de las autoridades locales. Se inició en 1958 y se consideró cercana al final en 1963, si bien su término definitivo no fue hasta 1966. El proyecto se llevó a cabo entre presagios de catástrofe, en parte alimentados por el mito y la leyenda, que tristemente se cumplieron, pues fue un verdadero estrago que, según el propio Zapata, se transformó en "Un río sutil, fijado por un canal-dren y un emisario que desagua en el río Limia [?]. Ha quedado un suelo saneado, polvo de Antioquia o depósitos de la naturaleza; suelo al que, por paradojas de la ingeniería, le falta agua para una eficiente explotación con regadío". En resumen, pasó de ser un humedal vivo a un páramo muerto, en el que después se llevaron a cabo explotaciones de áridos, que al ser abandonados se fueron convirtiendo en refugios de la fauna (para saber más: José Luis Martínez. Antela. A memoria asolagada. Vigo: Xerais; 1997). Con posterioridad, en los últimos años, la Consellería de Medio Ambiente, los va transformando en zonas protegidas y de observación de fauna, de forma especial para aves acuáticas. Es el desgravio de a Lagoa de Antela, pues se han formado múltiples parcelas de agua separadas por franjas de tierra y han retornado las aves: garzas, cigüeñas, patos, cigañolas?