Suerte que las elecciones europeas no traen consecuencias, dicho sea con el país a medio desguazar. Rubalcaba ha comprendido que ya solo podía ser noticia marchándose un poco más. El PP/PSOE pierde a su fundador, sigue siendo el político español más inteligente que he conocido. Cuando era vicepresidente del Gobierno me transmitió una máxima digna de Séneca, "he decidido que soy demasiado mayor para no decir lo que pienso". Es una ley tan simple como difícil de cumplir, el socialista saliente la ha violado en su ocaso político. En los tiempos del fulgor, los entusiastas le jaleaban su manifiesta superioridad sobre el entonces presidente, y el cardenal les replicaba escéptico que "sí, pero Zapatero gana elecciones". A continuación desobedeció su propia doctrina, presentándose a perdedor y porfiando para sobrevivirse. No dejó de escuchar, dejó de escucharse. La llamada de Rubalcaba era un festín. Puedo reproducir sin un olvido la disección del vicepresidente sobre el futuro de Euskadi. "No nos quedan más argumentos constitucionales contra la izquierda abertzale", "les hemos puesto una pista de aterrizaje", y el magistral "es necesario que se contaminen gobernando el día a día". Como buen científico, incorporaba la voz del interlocutor sin desviarse. "En efecto, hace falta un Otegi pero está en la cárcel". Su calendario vasco se cumplió al milímetro, y nadie sostiene que la situación allí ha empeorado. Rubalcaba no se repetía, sino que insistía. Entre bastidores, trataba al adversario político como un compañero. De hecho, se ha enredado por el exceso de cables tendidos hacia la derecha, desde los tiempos en que maniobraba en la sombra con Federico Trillo. Nunca entenderé que al político que previó el estallido callejero del 15-M se le nublara la vista al examinar su propio destino. El hiperactivo que le confeccionaba a Chacón el programa educativo socialista mientras fichaba al primer Ronaldo junto a Florentino, se unió al hipoactivo Rajoy, que también ha abandonado ya aunque se le ha olvidado comunicarlo. El PP/PSOE llora la desaparición de ambos y la propia.