Las noticias que cada día se pueden escuchar o leer en los medios de comunicación producen inquietud: que uno de cada cuatro niños no tenga acceso a una alimentación necesaria para su desarrollo, y que la misma proporción de padres de familia no puedan superar el día 20 de cada mes, viviendo en el umbral de la pobreza, nos muestra un panorama muy preocupante. Hay algo que está poco en los medios, pero que puede arrojar algo de esperanza y es que en muchas personas, y no precisamente de las clases altas; existe eso que llamamos solidaridad y que, privándose de algunos caprichos, comodidades y gastos superfluos, son capaces de aportar, a través de las ONG u otras asociaciones su grano de arena, para hacer menos dura la vida de muchas personas.

Volviendo a las informaciones de actualidad, aumenta la inquietud, al corroborar que las soluciones que aquejan a los países de nuestro entorno van a ser arregladas por el Parlamento Europeo, indicadas a los países miembros, con un incremento de la presión fiscal, que como es habitual recaerá sobre el sufrido hombre de la calle, es decir, nuevos agujeros al cinturón, mientras que los profesionales de la política, con el único esfuerzo de estar afiliados a un partido y de figurar en una lista, aunque sea sin cualidades ni méritos, engrosan parlamentos en los que unos pocos, quizá con cierta capacitación, toman las decisiones, mientras que la mayoría asiente.

Se comprende que ciertas medidas son necesarias, pero lo que ya se escapa a cualquier entendimiento, es el despilfarro que se produce entre obras faraónicas del estilo de los mausoleos o monumentos funerarios de la antigüedad, sin una finalidad concreta; obras públicas mal planteadas y sin un futuro definido -ciudades de cultura y museos sin contenido; aeropuertos sin aviones; líneas de AVE sin viajeros; puertos exteriores insostenibles- que ocasionan multitud de gastos inasumibles y ningún beneficio a la ciudadanía que las paga con su esfuerzo y privaciones. Debería ser fácil para los gestores de la "cosa pública" copiar, sobre todo en estos tiempos críticos, de las amas de casa que saben adecuar un mínimo presupuesto para cubrir las necesidades ineludibles y dejar de lado lo secundario.

Sin embargo, con un país en crisis se prodigan repetitivos eventos para informar de la futura puesta en servicio de tal o cual vial u obra pública aunque sea un proyecto, pero con amplia cobertura de medios. Pienso que faltan estadistas de verdad, que sepan hacer avanzar esa nave que se llama Estado hacia una sociedad en verdad solidaria y justa, y sobran advenedizos cuya única finalidad es vivir bien sirviéndose de un pueblo al que dicen dedicarse. Decía Benjamín Franklin, filósofo, físico y estadista: "Cuidar los pequeños gastos; un pequeño agujero hace que el barco se hunda". En este momento, en que ya hay demasiados agujeros, ni la clase política ni la Jefatura del Estado son capaces de renunciar a sus elevados estipendios para calafatear la nave, y si el barco se hunde quedarán para contarlo los viajeros de primera clase con sus botes salvavidas asegurados. Los demás lo tenemos crudo, aunque estemos acostumbrados a apretarnos el cinturón.