Al profesor Pérez Tapias, candidato de Izquierda Socialista a la secretaría general del PSOE, no le asusta postular para la reforma constitucional el reconocimiento de España como "estado plurinacional". A lo mejor no es tanta la diferencia con el estado federal propuesto por su partido, pero este concepto no parece conmover a vascos y catalanes, mientras que el silencio sobre el primero motivó el nulo entusiasmo de Mas y Urkullu ante el primer discurso real de Felipe VI. Se aproxima el 9 de noviembre sin acuerdo alguno sobre el problema catalán, y la reiterada invocación del president a proceder dentro de la legalidad podría señalar exclusivamente a la "ley de consulta" que gesta el parlament, controlando tiempos para que el previsible recurso de inconstitucionalidad no llegue a resolución antes del voto soberanista y su recuento.

Todo puede ocurrir, dada la incomunicación de los poderes estatales y autonómicos: desde el desmoronamiento de la postura catalana, que sumaría crispación a un conflicto irresuelto, hasta la verificación por las bravas de una mayoría secesionista. Ninguna de las posibles alternativas sería solución, sino mayor problema. Sin duda hay muchos españoles que respaldan la aparente intransigencia unitarista del gobierno central, pero crecen los no menos numerosos partidarios de una negociación abierta. Son varios los modelos democráticos de estado, desde el centralista hasta el federal, y aún el confederal asentado en el pacto voluntario de las partes. En razón del funcionamiento comparado de cada una de esas formas de unidad, afirmar el valor absoluto de una sobre todas es pura teología.

Las leyes humanas son más contigentes y su mejor garantía está en la posibilidad de cambiarlas sin rupturas traumáticas. El PSOE y su ala izquierda deberían intensificar la pedagogía de los modelos que proponen --"estado federal" y "estado plurinacional"-- para que los ciudadanos puedan valorarlos y, en función del sentir mayoritario --fácilmente sondeable-- mover a la mayoría parlamentaria a los debates y trámites de un cambio constitucional congruente. El que la jefatura del actual estado autonómico sea monárquica no condicionaría las variables federal, confederal o plurinacional si en cualquiera de ellas recayese la preferencia de la mayoría social. La unidad del estado siempre es la estructura superior que exige una representación, monárquica como la británica, o republicana como la suiza. Si este debate ya estuviera en marcha, quizás la urgencia y el dramatismo del 9 de noviembre serían menos.