Pájaros a vista del conductor, en la autovía. En el cable colgado de los postes, que se va deslizando en paralelo a la banda blanca de los bordes, un bulto negro, a cierta distancia. Conforme el coche se acerca, el bulto va tomando forma, hasta hacerse con el perfil inconfundible de una corneja, allí perchada y como atenta a algo. Muy cerca ya, el observador cree adivinar que esa atención se centra en la calzada, y percibe algo inusual en la actitud del ave, una indiferencia al resto de las cosas fuera de aquella atención, una inquietud latente que hace perder tersura a su plumaje negro (o se lo imagina). Pasa ya casi bajo el pájaro, cuando en la carretera ve otras plumas negras, junto a restos pegados al asfalto caliente. Las retamas de la mediana estallan de flores amarillas, y el perfume meloso de estas es tan fuerte, y tan lleno de temperatura, que embriaga como un dulce néctar.
