Eso fue lo que pasó: una cabezonería de Fraga. El presidente de la Xunta prefirió contentar al barón por excelencia de Lugo, Cacharro Pardo, y no le importó desairar al alcalde de Pontevedra, Cobián Salgado. Por eso Lourizán se quedó sin la Escuela de Ingenieros de Montes que había esperado con los brazos abiertos durante tantos años.

La aprobación de la ley de ordenación del sistema universitario de Galicia en 1989 desató una pugna feroz entre los nuevos campus por conseguir determinadas titulaciones. La Ingeniería de Montes figuró en ese grupo de la discordia. Lugo y Pontevedra se batieron en una guerra más política que académica, con la Universidad de Santiago en medio, que primero estuvo a favor de ésta y al final se decantó por aquélla en su propio interés.

Aniceto Núñez García, un berciano de nacimiento pero pontevedrés de adopción, no dispuso del tiempo necesario para ejecutar su plan desde la Consellería de Educación. Ante la disputa surgida, Núñez se fue a Madrid para escuchar la opinión autorizada del director de la única Escuela de Ingenieros de Montes que existía en España. Era una consulta obligada.

Su interlocutor se expresó con rotundidad y clarividencia: todos los forestales españoles de los últimos cincuenta años habían pasado por el Centro de Lourizán, que era modélico en su género. La duda casi ofendía y el conselleiro regresó más convencido que nunca de la opción pontevedresa.

Las elecciones gallegas de 1989 no cambiaron el curso del Misisipi, pero casi. Desde luego fueron la causa inicial de que Pontevedra perdiera la disputada titulación por el vuelco provocado en la Xunta del tripartito y la llegada de Fraga Iribarne.

El plan que el exconselleiro dejó en un cajón pasaba por crear un clima favorable a Pontevedra desde su reconocida vocación forestal. La campaña de sensibilización que no tuvo tiempo de hacer Aniceto Núñez fue asumida por su sucesor, Juan Piñeiro Permuy. Al menos eso fue lo que le dijo este a aquel, una vez escuchados sus argumentos. Pero yo me temo que lo engañó como a un chino.

Tal y como le contó más tarde Permuy a Núñez a modo de justificación, un día que Fraga fue a Lugo preguntó a su conselleiro de Educación cómo estaba el asunto. Permuy le explicó su supuesta posición en favor de Pontevedra por motivos estrictamente académicos y le rogó que soslayara la polémica durante su estancia en la capital lucense.

El presidente de la Xunta hizo caso omiso, llegó a su destino y lo primero que dijo fue que Montes se instalaría en Lugo. Bueno era Fraga, que entonces comenzó a engendrar una animadversión hacía Pontevedra que ya nunca se quitó de encima.