A punto de relevo en la presidencia de la Comisión Europea, Durao Barroso se ha soltado la melena para imputar al Banco de España la culpabilidad de la crisis financiera española. Tiene parte de razón, aunque Emilio Botín haya salido al quite para desviar la responsabilidad hacia las cajas de ahorro. También le toca otra parte de razón, pero las cosas no son tan simples. El banco estatal era el regulador de todo el sistema, incluidas las cajas. Si estas burlaron sus controles, o disimuló el marasmo por razones políticas, la culpa está clara. Pero el rescate tuvo que llegar a numerosos bancos -no todos- y la escandalera de los desahucios y las preferentes les alcanzó de lleno. De la yugulación del flujo crediticio que masacra a miles de empresas y retrasa sine die la recuperación por la base, poco hay que añadir. Los culpables son todos.

Habría que conocer la lectura que hace Barroso de la responsabilidad de la crisis en su país, Portugal, así como en Italia, Francia y otros. La crítica al Banco de España conlleva un corolario interesante, que es el de atenuar implícitamente las culpas del gobierno de Zapatero cuando presumía del mejor sistema financiero de la Unión y calificaba de simple "desaceleración" la voracidad del temporal que no quería ver. En manos tan ineptas como las del tristemente famoso M.A. Fernández Ordóñez, el Banco de España desregulaba sin duda las idílicas visiones del Gobierno, cumpliendo "de aquella manera" una de sus funciones básicas. No es que semejante hipótesis exculpe a Zapatero y su gabinete, puesto que de ellos dependía MAFO, pero Barroso acaba de echarles un cabo en el séptimo año triunfal de la decadencia.

Lo cierto es que la desaparición fáctica de tantas cajas de ahorro no ha traído esquemas sustitutivos. Los bancos anteriores y posteriores a la barrida tienen todo el negocio a su alcance, además de los millones de un rescate que pagamos todos, cuyo reembolso prioriza el Gobierno a las atenciones sociales y la superación de una desigualdad que, vergonzosamente, se conjuga en términos de hambre para algunos millones de españoles. Antes del delirio de la rapacidad en sueldos, fondos de pensiones y blindajes, practicaban las cajas una política de proximidad que de alguna manera debería de ser suplida. Su ausencia está en el origen de muchas asfixias empresariales que a distancia corta parecían evitables. Pero ahora todo es macroeconomía...