Escuchada la posición de los señores del Poder Judicial (que, visto lo visto, de justicia deben de entender más bien poco), toca ya a la Xunta y al Gobierno central mojarse definitivamente para comprobar si están de verdad o no con la ciudad. Ahora es el momento de saber si las palabras del presidente gallego, Núñez Feijóo, reclamando para Vigo un trato singular en atención a su excepcionalidad se convierten en una acción decisiva que frene tamaño dislate. Es la hora de saber si el PP -en Vigo, Galicia y Madrid- está dispuesto a echar el resto o si, tras esa matraca de la defensa de la ciudad, simplemente se enmascaraba un tremendo farol que solo perseguía una meta: quedar bien.