La historia está plagada de falsos mitos. Los emperadores romanos, por ejemplo, no bajaban o subían el pulgar para decretar la vida o la muerte de los gladiadores, los cascos de los vikingos no tenían cuernos y el día nacional de Francia conmemora la toma de la Bastilla como símbolo de la opresión del antiguo régimen, y en cuyas mazmorras se hacinaban cientos de inocentes y torturados ciudadanos; y sin embargo, la mayoría de los franceses desconocen que, en realidad, en la Bastilla solo había siete prisioneros, todos ellos aristócratas, y que los "ejemplares" revolucionarios celebraron tan simbólico motivo degollando al alcaide de la prisión y a los guardias que la custodiaban, paseando por las calles de París sus cabezas ensartadas, de manera macabra, en largas picas.

Así, sin llegar a perversiones como las de estos ejemplos, pero con el común denominador de falsear completamente la realidad, las minorías independentistas de algunas regiones españolas, y especialmente en Cataluña, han lanzado una feroz campaña de principios y axiomas falsos, pero que muchos otros políticos, analistas y tertulianos, más o menos bien intencionados, han admitido con total naturalidad. Veamos algunos de los más flagrantes:

El derecho a decidir. En realidad tal derecho no es más que un eufemismo utilizado por el nacionalismo catalán para solicitar el derecho de autodeterminación. ¿Qué ocurre? Que el segundo solo está reconocido por Naciones Unidas y por el Derecho Internacional para estados colonizados y sujetos a explotación extranjera, ya que frente al resto de los casos, Naciones Unidas antepone el derecho de integridad territorial del Estado. En consecuencia, si se utiliza el Derecho a decidir como derecho de autodeterminación se va en contra de las normas básicas de convivencia del derecho internacional. Si se utiliza como expresión democrática de un Estado, entonces debe decidir todo el Estado y no solo una parte del mismo. España, incluyendo Cataluña, ya "decidió" en 1978 dotarse de la constitución actual, que a su vez marca los senderos legales para su reforma. Lo contrario es no respetar el Estado de Derecho.

Elecciones plebiscitarias. No se le puede negar al soberanismo catalán capacidad de inventiva. Paradójicamente, además, la palabra plebiscito hacía referencia, en su origen, a las leyes que solo regían para la plebe romana. Como si alguno quisiese volver a la antigua Roma con leyes que sean válidas para unos y no para otros, dependiendo de si se ha nacido catalán o no. A las elecciones autonómicas se las podrá calificar como se quieran, pero solo son autonómicas y para la elección de sus representantes en el parlamento en el marco de su competencia. Sencillamente no existen elecciones plebiscitarias.

Reformar la constitución para una España Federal. Curiosamente este no es un invento soberanista sino una propuesta, posiblemente bien intencionada, del PSOE sobre la que me consta que muchas personas de ese partido, (algunas de ellas de mucho peso), no están en absoluto de acuerdo. En realidad es una propuesta que se hace para contentar al PSC y que ha calado en una parte de la sociedad, que la ha "comprado" alegremente. Solo presenta un par de problemas: 1) España ya es un estado federal. Más aún, cualquier profesor de derecho político diría que, en muchos aspectos, es más federal que los estados federales, aunque en la constitución del 78 se haya sustituido lo de federal por lo de autonómico. Por ejemplo, ningún Estado de Estados Unidos tiene Asamblea propia permanente con diputados a sueldo, ni estructuras paralelas a las estatales, ni hay "embajadas" de Texas o de California en Bruselas o en Tokio, como sí ocurre en España. Quizás, parafraseando a Miterrand, "porque nosotros somos mucho más ricos y nos lo podemos permitir". 2) Las encuestas señalan que la abrumadora mayoría de los españoles prefieren el sistema actual o reformarlo para recentralizar el Estado. Lo contrario lo defienden cada vez menos españoles.

Se va hacia un choque de trenes. Se podría utilizar este símil en un conflicto de competencias entre el Estado y la Comunidad Autónoma X, que zanjaría el Tribunal Constitucional, pero la situación actual no es esta. La Generalitat catalana amenaza con convertirse en un conductor kamikaze que circula a sabiendas por la autopista en sentido contrario saltándose las normas de circulación si el Estado no acepta sus condiciones. O recuerda, si acaso, al chiste del almirante de la VI flota peleando por radio, una noche cerrada, con un gallego sobre que barco debe de apartarse primero, hasta que finalmente el gallego, harto de las amenazas del almirante americano, le dice: "Usted sabrá lo que hace si no se aparta, porque le hablo desde el faro de Finisterre".

Y está lo de que una Cataluña independiente seguiría en la UE o que mejoraría su situación económica y muchas otras falsedades más de grueso calibre, que de tan repetidas muchas personas se las acaban creyendo. Sería una larga lista y no tengo artículo para "Mas".

* Escritor y diplomático