No cabe duda de que los edificios religiosos, en cuanto a centros de culto que son y, por tanto, arquitecturas rituales, se convierten en importantes puntos de referencia en la trama urbana. Junto con otros de diversa índole, como puentes, palacios, edificios civiles singulares o fuentes monumentalizadas, forman parte de la identidad de nuestra urbe, transformándose en hitos aparentemente inamovibles a lo largo del transcurso de los siglos.

Incluso, llegan a renombrar lugares, a crear metonimias que nos sitúan perfectamente en el espacio. Todos sabemos ubicarnos sin mayor problema cuando alguien nos dice que un local determinado está por la zona "de la Catedral", "de San Francisco", "de San Lázaro", "de Santo Domingo" o, citando otros más recientes, "de la Asunción", "de la Milagrosa" o "de los Salesianos".

No obstante, creo que deberíamos resaltar la palabra "aparentemente" cuando nos referimos a indicadores simbólicos inamovibles, porque contamos con ejemplos -y no sólo en nuestra ciudad- del desplazamiento y reconstrucción de edificios religiosos en lugares diferentes de los escogidos para sus emplazamientos originales.

Un excelente ejemplo de lo que acabamos de decir, especialmente por su solera histórica, es el convento e iglesia de San Francisco. Los Franciscanos, orden mendicante fundada por San Francisco de Asís iniciado el siglo XIII, edificaban sus conventos en los límites de los burgos medievales, casi en las afueras del casco urbano, en un momento que coincide con el fenómeno de la consolidación y expansión urbana. Este hecho lo observamos en gran parte de las ciudades medievales, en las que Franciscanos y Dominicos, otra orden mendicante fundada apenas siete años después que los seguidores de San Francisco, se avecindaran en los límites de las ciudades. Mientras la presencia de éstos se atestigua en Ourense al menos en el año 1238, para el asentamiento de los Dominicos debemos esperar hasta mediados del siglo XVII.

Pero volvamos sobre el asunto inicial. Hoy todos sabemos donde está el convento de San Francisco -próximamente transformado en Arquivo Histórico Provincial de Ourense y, años antes, cuartel militar-, encaramado sobre una plataforma de las laderas del Monte Alegre que domina visualmente la ciudad. Y ahí estuvo desde mediados del siglo XIV, desde la construcción de la iglesia (año 1348), del magnífico claustro (erigido entre 1325-1350) y hasta la década de 1830, cuando se abandona tras los procesos de la Desamortización.

También se sabe que no siempre estuvo ahí, sino dentro de la ciudad histórica, concretamente en la hoy denominada Praza do Correxedor. En aquel entonces, a mediados del siglo XIII, ocupaba el ángulo suroriental de la plaza, cuando la zona se llamaba "Barrio Novo" o "Cimadevila", lo que indica y refuerza, como decíamos, su carácter de periferia en la trama urbana medieval.

Con el paso del tiempo, ocuparon dos edificios de esa plaza. Uno de ellos llegó a pertenecer, transcurridos casi dos siglos, al Corregidor de la ciudad. Y allí permanecieron hasta el año 1292. Aunque no vamos a entrar ahora en detalles, fue entonces cuando los partidarios del obispo Pedro Yáñez de Novoa destruyen el primer asentamiento franciscano del que tenemos constancia. También se sabe que en el año 1308 el Papa Clemente V obliga al prelado ourensano a reconstruir el convento. Pero el Obispo Pedro muere en ese mismo año, por lo que son sus sucesores los que han de cumplir y llevar a término el mandato papal.

De este modo, la nueva iglesia que se erigirá en el actual mirador natural de San Francisco, nace de un traslado forzoso, de un acto casi bélico que, entre otras múltiples acciones, tuvo lugar dentro del secular conflicto que existió entre el Obispado y el Concello de nuestra ciudad, o lo que es lo mismo, en la pugna entre los poderes eclesiástico y civil.

Pero poco sospechaban los constructores de la nueva iglesia gótica, aquellos frailes menores que unos años antes tuvieron que huir del "Barrio Novo", que no estaban erigiendo un templo para permanecer en su lugar para siempre.

Efectivamente, casi seis siglos después, se inicia una nueva mudanza. En el año 1929 la iglesia de San Francisco se desmonta parcialmente de su lugar original para ser trasladada al "Campo de San Lázaro", actualmente transformado en parque urbano. Y allí está desde entonces. ¿Hasta cuándo? El Plan Xeral de Ordenación Municipal de 2003, cuyo catalogo de patrimonio cultural está en vigor, contiene un mandato legal para que la iglesia vuelva a su emplazamiento original, donde aún permanece gran parte de su estructura primigenia. Entre otros elementos, el nártex o espacio interior de entrada, las paredes laterales de la nave principal con sus arcosolios o receptáculos funerarios. También las paredes del transepto, así como la cimentación del ábside. De hecho sólo se movieron algunas partes significativas, como el ábside o la portada.

Quizá sería conveniente aplazar la intención de un nuevo traslado y dejarla descansar en el emplazamiento actual antes de volver a alterar las tramas urbanas, de revertir la Historia.

Más aún. Cuando se instala la iglesia de "los Franciscanos", como hoy se le conoce, no era el único edificio religioso del lugar. Muy cerca y en dirección a la actual Subdelegación del Gobierno, se erguía la capilla de San Lázaro, presente en este mismo entorno desde 1896-1897 fechas, respectivamente, de final de su construcción e inauguración. Pero ésta tampoco permaneció mucho tiempo en su lugar de origen, una parcela cedida gratuitamente por el ciudadano José Rodríguez Sotelo en el año 1894. Tan sólo estuvo allí cinco décadas. Según la información de Luis Aguado recogida en el conocido blog titulado "Ourense no Tempo", de Rafael Salgado, se decidió su traslado en un acuerdo municipal del año 1950. El Ayuntamiento había ofrecido su reconstrucción a varios barrios de la ciudad y, finalmente, tras ser aceptada por el de Peliquín, allí se erige durante los años 1982 y 1983, abriéndose al culto el 12 de noviembre de este último año.

No queremos dejar de citar que, aproximadamente hasta los inicios del siglo XX, existió otra pequeña capilla situada también muy próxima y consagrada al mismo santo benefactor, San Lázaro. Actualmente desaparecida, era una construcción mucho más pequeña y se localizaba, aproximadamente, en el ángulo sureste del parque de San Lázaro, no lejos de la esquina próxima a la escultura de O Carrabouxo.

Como hemos comprobado, estos edificios sacros no son hitos tan inamovibles como cabría pensar. Aunque es de sobra conocido por la mayoría de la gente el "periplo" de estas dos iglesias trasladadas, en la actualidad no es fácil imaginar el Campo de San Lázaro con dos edificios religiosos tan próximos entre sí, como muestran las conocidas fotografías que hoy, afortunadamente, divulgan diversas asociaciones muy interesadas en preservar la memoria -también- reciente de nuestra ciudad.

*Arqueólogo municipal de Ourense