Los últimos episodios en la casa municipal revelan una situación convulsa, y justificaciones como las del alcalde, Agustín Fernández, que pasó de lo "irrelevante" e "intranscendente" a los "errores administrativos", la de la edil de Urbanismo, Áurea Soto, que junto con su cooperadora necesaria en ataques a decisiones judiciales, la directora xeral de Personal, Carmen Rodríguez, que para tapar miserias políticas propias reflejadas en sentencias, recurrió al "escapismo" de un funcionario, son el paradigma de casposos comportamientos.

El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define escapismo como: "Actitud de quien se evade o huye mentalmente de la realidad". Y pude ser este el mal que asola a miembros del gobierno socialista, sobre todo a los que no dudan en socializar culpas, mientras que para ellos son todos los beneficios. De hecho, parece como si quisieran reencarnarse en una realidad paralela en la que no existieran jueces ni sentencias, sino tan solo informes a medida confeccionados por encargo, donde el derecho fuese elaborado por obedientes operarios colocados estratégicamente en el entramado administrativo y la política se hiciese en otro mundo fuera del clamor social y popular, fuera de las imputaciones, y donde la voluntad del cargo público no estuviese sometido a ley alguna, ya que el derecho también nacería de su propia voluntad.

Por desgracia, escapismos aparte, la realidad es otra. Las imputaciones no dejan de existir por cerrar los ojos, el clamor social pidiendo dimisiones es constante, y los jueces siguen siendo los encargados de impartir justicia. Son las bases del estado de derecho, aunque algunos lo olviden, o pretendan huir de ellas. Cierto es que los efectos del tiempo sobre la memoria son uno de los enigmas científicos mas apasionantes que existen, como también lo son sus manifestaciones prácticas. Y no lo son menos cuando se aplican a la vida política. A falta de estudios científicos me atrevería a decir que los efectos del tiempo sobre la memoria de los políticos son mucho mas devastadores que sobre el resto de los humanos. Y en Ourense, claro, esta realidad se plasma a diario.