Me imagino la cara de sorpresa que pondrá José Luís Fernández Sieira, el gran maestro de ceremonias de Amigos de Pontevedra, cuando lea esta crónica y sepa que su casona de San Xurxo de Sacos fue precisamente la vivienda elegida para que Camilo José Cela instalara allí mismo sus ilustres posaderas.

A Sabino Torres apelo, que estuvo en el ajo, para no quedar por fantasioso. Si llega a cuajar aquel proyecto, Sieira nunca habría disfrutado de los buenos momentos que ahora pasa en verano con toda su familia en tan bonito lugar.

La segunda condición que Cela puso para dirigir un periódico en Pontevedra fue disponer de una vivienda adecuada en los alrededores de la capital que cubriera todas sus necesidades, tanto familiares como literarias. Y nadie mejor en aquel tiempo para cumplir tan delicada labor que Agustín Portela Paz, en su condición de aparejador, buen conocedor de los alrededores de la capital y hombre de muchas amistades y simpatías.

Al buen gusto y mejor criterio del magnífico dibujante apelaron Celso Emilio y Sabino para encontrar la casa que buscaban y conseguir de paso su ansiado objetivo de poner en pie un periódico en Pontevedra.

Entre las propiedades que Portela visitó, enseguida consideró ideal para Cela la casona de los Bouzas, una familia de canteros muy conocida en muy conocida en San Xurxo de Sacos, parroquia de Cotobade. La vivienda, rodeada de una amplia finca, estaba ubicada en el lugar de Barbeitos y cumplía sobradamente todos los detalles de la encomienda recibida.

Al final parece que el escritor nunca llegó a visitar la casona. No tuvo tiempo porque cuando estuvo en condiciones de hacerlo, ya recuperado de su enfermedad imaginaria o cierta, el proyecto había pasado a mejor vida. Desde luego no seré yo quien valore aquí si Cela salió ganando o perdiendo en una hipotética comparativa con su posterior elección de Pollença, en Mallorca, donde luego vivió, trabajó y escribió tantos años.

Tengo para mí que el amigo Fernández Sieira no sabía una palabra de este rocambolesco asunto, al que podría sacar mucha punta con su gusto por la carallada pontevedresa, con perdón. De lo contrario, seguramente me habría comentado algún detalle al respecto cuando el otro día lo asalté en la calle y le pregunté con un cierto misterio por la historia de la casona en cuestión.

Tras su fallida compra por Cela, la casona pasó en estado de semi abandono muchos años. Hasta que en la década de los setenta Sieira estaba en el sitio adecuado y en el momento oportuno para hacer una compra estupenda. Así se hizo con la casona de los Bouzas. Desde entonces José Luís y su familia son unos Bouzas más, tal y como siguen llamando sus vecinos a los habitantes de esta casona con historia.