Uno de los asuntos que hemos debatido en la reunión del Foro Económico de Galicia celebrada esta semana en Ferreira de Pantón es el de la subida de salarios. Los salarios son, al mismo tiempo, un coste para las empresas y el principal determinante del consumo privado; que, a su vez, es el motor fundamental de la demanda interna.

El dilema parece inevitable. Si subimos salarios dañamos la competitividad empresarial, pero garantizamos más ventas a las empresas. Por eso hay que afinar mucho a la hora de hacer propuestas en este frente.

Una primera posibilidad es limitar las subidas salariales a aquellas empresas en las que las condiciones objetivas lo permiten con claridad. Empresas con beneficios, con mejoras significativas en las cifras de facturación pueden permitirse ese mayor coste. Este enfoque clama por soluciones micro, a escala de empresa. Y, en este sentido, lo más apropiado es introducir en el intercambio entre salario y trabajo la noción de productividad real por hora trabajada. El cumplimiento de objetivos para cada trabajador o departamento debe desplazar a la mera presencia física como criterio retributivo.

Una segunda posibilidad es la de abordar el control de reducción de otros costes diferentes a los laborales. La realidad es que, en paralelo a la moderación y los recortes salariales, se ha producido un crecimiento continuo y significativo de otros costes de producción. En particular, pero no solo, el de la energía. En España y en Galicia tenemos un problema serio en este frente. Embridando los otros costes sería más fácil elevar salarios sin dañar la competitividad.

Finalmente, y a través de acuerdos estatales, fijar objetivos colectivos y razonables que vinculen salarios y productividad, incorporando a la discusión los costes laborales no salariales (impuestos y cotizaciones sociales) y que busquen equilibrios sostenibles que atiendan a las dos caras de las rentas salariales, como coste y como demanda.

*Director de GEN (Universidade de Vigo)

@SantiagoLagoP