¿Qué tienen que ocultar la Comisión Europea y el Gobierno estadounidense cuando negocian en secreto un acuerdo de libre comercio que afectará a millones de trabajadores y consumidores a ambos lados del Atlántico?

No debe extrañar que los sindicatos europeos y los norteamericanos expresen una y otra vez su desconfianza por boca de sus dirigentes.

En declaraciones que recoge el semanario Die Zeit, el alemán Reiner Hoffmann, que preside la poderosa confederación sindical alemana (DGB), y su equivalente estadunidense, Richard Trumka, de la AFL-CIO, dicen temer lo peor de lo que se negocia actualmente entre Washington y Bruselas.

El sistema de protección social europeo es superior al norteamericano, reconoce Trumka, como lo es también el nivel de vida a este lado del Atlántico, y eso podría correr peligro en el futuro si las negociaciones toman el sesgo que ambos temen.

Ya les gustaría, por ejemplo, a los trabajadores estadounidenses, según Trumka, tener un sistema de cogestión en sus empresas como el alemán y que ahora -dicho sea de paso-- algunos empresarios comienzan a poner en entredicho también en ese país.

Ambos dirigentes sindicales denuncian que no se estén teniendo en cuenta las preocupaciones de los sindicatos en le negociación del acuerdo: se trata sólo de liberalizar los mercados y no de proteger a los trabajadores o del comercio justo, se quejan.

Cuando los europeos preguntan al comisario europeo de Comercio, Karel de Gucht, por qué tanto secretismo, éste dice que por él, no tendría inconveniente en una mayor transparencia, pero los norteamericanos no quieren. Pero éstos culpan a su vez del secretismo a los europeos.

Trumka explica que su país firmó hace dos años un acuerdo de ese tipo con Corea del Sur, que se justificó con el argumento de que ayudaría a la industria norteamericana a exportar muchos más automóviles.

El resultado, sin embargo, ha sido muy distinto: cada vez llegan a EEUU más mercancías de países de mano de obra más barata, como Bangladesh o China, lo que ejerce una presión a la baja sobre los salarios de los trabajadores norteamericanos.

Lo mismo puede ocurrir con los acuerdos de libre comercio que Washington está negociando con Perú, Vietnam o Malasia, desde donde amenaza una nueva espiral descendente de las condiciones laborales.

Para el alemán Hoffmann, el acuerdo entre Washington y Bruselas es el primero en el que los trabajadores a ambos lados del Atlántico defienden idénticos intereses.

En concreto, los sindicatos exigen mayor protección de los servicios públicos, del transporte de cercanías, de la educación, del agua, todo lo cual corre peligro de privatización si se atiende sólo, como parece que pretende ese acuerdo, a los intereses de los inversores. ¿Es ése el motivo de tanto secreto?