Que no, que no, que los pescadores lusos no se van a beneficiar de un hecho tan lamentable como es la pretendida reserva del 70% de la cuota de pesca de sardina en clara disputa con sus compañeros gallegos. Que se trata de un globo sonda. Que los marineros portugueses tienen más que perder si sus gobernantes siguen adelante con esa idea expuesta y de la que los marineros nacionales se han enterado por la información sobre el evidente malestar de los vecinos gallegos. ¿Cómo van a traicionar los representantes del Gobierno portugués un acuerdo previo con Galicia del que las autoridades de este lado de la raia se jactaban hace bien poco?

Que la sardina en tales cantidades solo puede servir a Portugal para negociar con España otras transferencias o concesiones en materia pesquera parece claro. Sin que intervenga la UE implantando un nuevo TAC para esta especie comecocos que, de siempre, ha sido fluctuante, cíclica, como muy bien decía el llorado profesor Francisco López Capont, para quien la sardina pilchardus era, además de una preocupación por su indebida apropiación por países en los que la especie no era tal, un motivo para hablar de pesca con sentido común.

El Gobierno gallego fue exultante hace unas semanas para referirse a las relaciones pesqueras con Portugal y el total entendimiento entre ambas administraciones. Ahora, Portugal y su autoadjudicación del 70% de la cuota de pesca de sardina en aguas de la Península Ibérica, es el problema. Del amor al recelo (que no odio). Y un mirar de soslayo como queriendo saber a dónde va el vecino. Y el vecino portugués va a lo que va: en busca de contraprestaciones, por lo que la flota cerquera gallega bien hará en diseñar su propio plan de gestión, pero teniendo en cuenta que en la Lusitania siempre habrá un apaño.

Y sino, tiempo al tiempo.