¿A quién va dirigido el nuevo anuncio publicitario de ING Direct que utiliza unas imágenes de Bob Dylan haciendo el chorras a mediados de la década de los 60? No lo entiendo. Si Bob Dylan te resulta indiferente, sus bobas imágenes de hace cincuenta años no aumentarán las probabilidades de que abras una cuenta en el banco naranja. Si Bob Dylan te resulta un peñazo insoportable, el spot incluso reducirá ligeramente tus intenciones de que te guarden el dinero los holandeses ésos. Pero sobre todo, muy sobre todo, si eres un seguidor acérrimo del mejor escritor de canciones de todos los tiempos, si consideras que ha escrito y grabado diez o doce de los mejores discos del siglo XX y uno de los mejores discos del siglo XXI, si tienes tan gastados sus vinilos de los años 60 que dejarían pasar la luz a su través si no fuera por el mercurio subterráneo que contienen sus canciones, entonces no sólo disminuirán las posibilidades de que te conviertas en un cliente de ese banco, sino que te levantarás del sofá hirviendo de ira, y blandiendo ambos puños en el aire mientras caes genuflexo sobre la alfombra jurarás por Mr. Tambourine Man que jamás de jamases tendrás ningún tipo de relación con ING, no importa cuántas comisiones te reduzcan, qué ventajas tenga su cuenta naranja o las tarjetas gratuitas que te ofrezcan.

No es la primera vez que se usa a Bob Dylan en el mundo de la publicidad. Anunció Cadillac y aumentó mi simpatía por esa marca, ya de por sí alta. Anunció Victoria Secrets y aumentó el entrañable cariño que siempre he sentido por sus productos. Pero ¿qué desatino es éste de vincular al Dylan hipster -"hipster" en el sentido de Allen Ginsberg, no en el sentido de un majadero con barba y un traje vintage andando en bicicleta- con un banco? Vivan los coches y la lencería, mueran las entidades financieras. Paradójicamente, violando todas las leyes de la publicidad, la inclusión de uno de mis ídolos en un anuncio comercial me ha provocado una aversión insuperable hacia esa marca, -por cierto, Bob, tú y yo vamos a tener una conversación muy seria un día de éstos-.