Cuentan que Miguel Ángel, ante los encendidos elogios que recibía su Piedad, pronunció la siguiente frase: "La escultura ya estaba dentro del bloque de piedra, yo sólo he tenido que sacar el mármol que sobraba". La cita, sobradamente conocida por muchos italianos, fue utilizada hace unos días por su primer ministro Matteo Renzi para explicar en qué consistía la reforma de la administración que desea llevar a cabo. Eliminar todos los organismos, todos los negociados y todas las canonjías -y todos los trámites, todos los informes, todas las instancias por triplicado- que no realizan ninguna función esencial, para reducir la estructura tan sólo a lo que tiene sentido. Recortar para mejorar, ya que la escultura terminada es evidentemente más pequeña que el bloque de piedra original, pero también muy superior desde cualquier punto de vista.

Desde nuestros lares, una determinación como la que proclama el animoso y populista gobernante italiano -llegado al gobierno por la vía del golpe palaciego en del partido gobernante, no por ganar unas elecciones- suena a música celestial. ¿Eliminar toda la estructura burocrática innecesaria? ¿Sacar piedra y más piedra hasta que sólo quede la indispensable? ¿Donde hay que firmar? Si Renzi consigue lo que propone, habrá que ir en peregrinación a pedirle consejo. Si Italia puede hacerlo, ¿por qué no hemos de poder nosotros, que somos hijos espirituales suyos en tantos aspectos? Lo mejor, sin embargo, es que la administrativa sólo es una de las reformas anunciadas por Renzi. Quiere ordenar y racionalizar desde el papel del Senado hasta la legislación laboral pasando por la enseñanza, y todo ello, a toda velocidad. Es la megareforma de las ineficacias y las ineficiencias, que en Italia todo el mundo ve necesaria pero nadie ha osado intentar.

Pero Renzi, que como Miguel Ángel comenzó su carrera en Florencia antes de saltar a Roma, sabe que en la ciudad renacentista no cuesta mucho encontrar obras que el escultor abandonó a medio elaborar porque una imperfección oculta, inesperada, había causado que un solo golpe del cincel estropeara todo el bloque, dañándolo inevitablemente, convirtiéndolo en inservible. Y en el mármol de la administración, las vetas ocultas son incontables. La frase sobre sacar el mármol que sobra es ingeniosa, pero hacerlo no es tan fácil. En un chiste gráfico, un escultor aficionado contempla la gravilla en que se ha convertido su bloque de mármol mientras afirma: "parece que dentro no había ningún elefante".