A Rajoy se le acumulan los problemas: a la reclamación de una consulta soberanista en Cataluña se le suma ahora el proyecto del PNV, desvelado este domingo sin ambages, de proveer una "nación vasca" -que no excluiría, gran novedad, ni Navarra ni el País Vasco francés- y redefinir la relación con España en términos de bilateralidad. Su líder, Íñigo Urkullu, se permitió incluso emparentar el "no" de Rajoy a las reivindicaciones vasca y catalana con el lema franquista "una, grande y libre".

Los nacionalistas vascos han creado una ponencia de autogobierno en el Parlamento de Vitoria en la que, de momento, están todos los partidos, pero de la que no tardarán en salir los constitucionalistas (PP y PSOE). Y cuando el proyecto esté perfilado del todo, el resultado no distará mucho del otrora famoso "plan Ibarretxe", en el que el entonces lendakari proponía una confederación para poner a España y a Euskadi en pide de igualdad.

Una regla no escrita sostiene que las reivindicaciones soberanistas vasca y catalana se alternan en el tiempo; no se solapan, sino que se suceden, para que el Gobierno de Madrid pueda coger aire y tener tiempo de atenderlas. Pero eso era antes, cuando había dinero e interesaba negociar inversiones y traspasos a cambio de favores políticos; ahora, como no lo hay, es necesario ir a por la parte del león.

En el caso del País Vasco, además, concurre otro factor: la desaparición de la violencia de ETA: con atentados, el Gobierno de Madrid podía esgrimir una razón de peso para negarse en redondo a hablar de autodeterminación, pues los atentados eran un chantaje cruento para conseguirla; pero ahora no los hay, con lo que la vía de reclamación ha quedado expedita. Así lo ha visto también la banda terrorista, que en su último comunicado dice que hay "opciones objetivas para avanzar hacia la soberanía". Y si es cierto que las hay, es solo cuestión de tiempo que el PNV y la izquierda abertzale -al fin y al cabo nacionalista, aunque antes fuera por el mal camino- hagan causa común.

Como en el caso de Cataluña, el proyecto vasco de autodeterminación se presenta como un puro ejercicio de democracia, dialogante y pacífico, aunque en realidad constituya un desafío al marco legal que impide su consecución. "La Constitución no puede ser una jaula", advierte el PNV, dando pistas de cuáles son sus intenciones. Las mismas, cabe suponer, que alberga CiU, dado que la consulta es ilegal y la declaración unilateral de independencia, imposible. No lo dicen, pero no otra cosa pueden ambicionar, pues separarse del resto de España supondría su salida de la UE, que no está para que vascos, catalanes, escoceses y flamencos se cierren la puerta de Bruselas y luego vuelvan a aporrearla enarbolando otra bandera.

Así que el trabajo de los soberanistas -trabajo de Hércules, ciertamente- consiste en presionar y tensar la cuerda hasta que los partidos mayoritarios accedan a modificar la Carta Magna. Ya tienen a su favor al PSOE, con el que Duran -precisamente el defensor, dentro de CiU, de la opción confederal- ha abierto una vía permanente de diálogo. Ahora hay que ver si los de Urkullu hacen lo propio. Aunque ellos, con una situación económica más desahogada que la de los catalanes, parecen tener menos prisa.