Hay gente con estrella, que dice mi madre; gente a la que nunca le va mal haga lo que haga. Uno de estos especímenes es el expresidente italiano Silvio Berlusconi, un hombre del que un juez destacó su "propensión a cometer delitos" pese a lo cual a sus 77 años no va a pisar la cárcel. El político y empresario se va a ir de rositas tras su condena a cuatro años de prisión por fraude fiscal en el caso Mediaset. Le han rebajado los cuatro años a uno durante el que purgará su delito con trabajos sociales en un centro de ancianos y discapacitados un día a la semana durante cuatro horas en las que a nadie extrañaría que se dedique a contar chistes y gracietas a los ancianos y de paso hacer campaña encubierta para Forza Italia en las europeas.

Berlusconi tiene en su haber nada menos que 38 procesos judiciales, tiene pendiente el recurso a la condena de siete años por abuso de poder e incitación a la prostitución de menores por el caso Ruby, aquella chica de 17 años a la que el expresidente pagó por mantener relaciones sexuales. También tiene causas pendientes por presunta compra de senadores y soborno a testigos, y sus empresas son constantemente investigadas. En el ámbito personal tampoco se libra de ir al juzgado y aún colea el acuerdo de divorcio de su exmujer Verónica.

Pese a todo este baile, Berlusconi sigue siendo la principal baza electoral de su partido hasta el punto de que los sondeos señalan que, sin él, caería por debajo del 20% de los votos. Por el caso Mediaset el expresidente, además de ir a echar la mañana al centro de ancianos, ha sido inhabilitado dos años para ejercer un cargo público, lo que no le impide participar en la campaña electoral y rentabilizar el tirón que, pese a sus tejemanejes, sigue teniendo entre los italianos, muchos de los cuales siguen adorando a su marrullero dignatario. ¿Alguien lo entiende?