Tamiflú y Relenza, por todo beneficio, limitan la gripe normal a siete días. Gran ventaja para esa enfermedad de la que se dice que, si se pasa de pie, dura una semana, y si se pasa en la cama, siete días. Hace cinco años estos medicamentos servían como ansiolítico para el pánico. "La Humanidad está en peligro", aulló por megafonía Margaret Chan, secretaria general de la Organización Mundial de la Salud, una epidemióloga que nada más llegar al cargo empezó a ver epidemias.

La Humanidad estaba en peligro, pero los gobiernos podían comprar millones de euros de dosis que, ya se decía entonces, no iban a servir para el supuesto virus mutado, un microbio mitológico cruce de cerdo, humano y ave. Pero, gracias a esas fortunas gastadas por los estados, si te tapabas entero en la cama y cerrabas fuerte los ojos, el virus no te entraba ni tiraba de tu pie, y podías dormir como un lirón. El pánico a la pandemia provocó una pandemencia: los maleteros de Orly no se fiaban de los equipajes españoles; los mexicanos dejaron de besarse y se quitaron la corbata, reservorio de tóxicas toses; en las grandes ciudades caminaban divertidas personas en peligro que se habían decorado las mascarillas. En nuestros hospitales, el personal sanitario se disfrazaba de condón como si fuera a investigar a E.T. para ponerle el termómetro a una señora de mediana edad. Intentaron vendernos arcos medidores de temperatura en los aeropuertos, pero en eso España no picó.

Este año la gripe fue muy mala, y los que tenían que morirse lo hicieron sin los protocolos de emergencia que sufrieron los afectados por una de las cepas menos mortales de gripe de la historia. Desde 2009 hasta hoy se sigue esperando el Apocalipsis vírico de la señora Chan, sin éxito, pero también se hacen denuncias que establecen vínculos entre fabricantes y expertos internacionales que asesoran a la OMS.

Y ahí sigue la señora Chan.