Acabaremos con todo, es nuestro destino. Sobre la idea de destino se han montado infinidad de mitos, religiones y filosofías, pero es una cosa muy sencilla, la pura e inevitable inercia de hacer, sentir y desear las mismas cosas que veníamos haciendo, sintiendo y deseando. El destino es no saber hacer otra cosa. ¿Creen que el destino de un castor (hacer diques), un escarabajo pelotero (formar una bola de estiércol) o un cuco (poner huevos en nido ajeno), por poner ejemplos conocidos, tiene algo de misterioso? El destino del hombre, igual que el de todo depredador, es depredar, con la única diferencia de que, como ninguna otra especie lo depreda a él, crece sin cesar. Atado a ese destino, la suerte está echada. Acabaremos con la casa-Tierra con nosotros dentro. Solo el Papa Francisco podría intentar cambiar la consigna, con una enmienda a la constitución, quiero decir al Génesis.