Se conmemora el vigésimo aniversario del genocidio de Ruanda, un plan de exterminio que en tres meses acabó con la vida de ochocientos mil seres humanos. En los hipócritas actos conmemorativos que se suceden estos días por parte de las autoridades internacionales se recurre a frases hechas, cargadas de sentido pero desprovistas de sentimientos: "nunca más" ¿Qué se ha hecho desde entonces en Ruanda? Nada.

En 1994 el resto de África y Occidente -entre ellos Naciones Unidas- se tapaban los oídos y los ojos, pero se cubrían de desvergüenza infinita ante los gritos desesperados de seres humanos -entre los que había muchos niños- que pedían ayuda. La humanidad -como Pilatos- se lavaba las manos mientras se masacraban a cientos de miles de personas. Kofi Annan, desde su cómodo despacho en Nueva York, informado de la matanza que se preparaba en Ruanda, redujo de dos mil quinientos a doscientos setenta el número de cascos azules en esa misión humanitaria, justo cuando aumentaban el número de muertos de tutsis y hutus moderados que se rebelaban contra el poder tirano.

Sobre la conciencia de la señora Madeleine Albright y Bill Clinton -posiblemente ocupado en instruir a becarias-, que no actuaron a tiempo para frenar este genocidio, y sobre la conciencia de políticos franceses como F. Mitterrand que colaboró activamente con los extremistas hutus, pesan la muerte de tantos inocentes, el sufrimiento, la barbarie y la huida de refugiados. Si para los cristianos lo más importante es una vida humana, para el Sr. Miterrand lo prioritario era proveer de armas al gobierno extremista -su hijo se dedicaba al comercio de armas- y aumentar el dominio de Francia sobre Gran Bretaña en la zona.

Estos días, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, aseguraba que se pudo y se debió hacer mucho más en Ruanda hace veinte años para impedir aquel genocidio. En fin, en medio del sufrimiento y de las imágenes desoladoras que nos dejó aquella barbarie consentida y fomentada, a estos católicos que lo perdieron casi todo, en medio del sufrimiento solo les queda Dios -en multitud de iglesias se ocultaron y en ellas murieron mirando al Cielo-, ya que la burocracia vergonzosa que no hizo entonces nada, sigue sin hacerlo en esta y en otras partes del mundo, hoy. "Después de esto oí como la fuerte voz de una inmensa muchedumbre en el cielo, que decía Aleluya€" Apop.19. Y es que la ONU está muy ocupada, tal como indicaba Amparo Medina, una exfuncionaria de este organismo internacional, de promover la ideología abortista y de atacar a la familia, entre el fomento de otros "servicios humanitarios."