Andrea: "Dicen que soy una diseñadora especial que hizo mucho por las mujeres porque un día decidí construir sobre las pasarelas un elogio de las curvas y ofrecer a la mujer la posibilidad de decir al mundo: soy como soy y no me da la gana disimularlo, a veces tengo acné, estoy preparada para que hagan un escrutinio de mis zonas erróneas y no me da vergüenza reconocer que colecciono defectos como otras acumulan bolsos".

"Dicen que muchas mujeres están agradecidas porque les di la oportunidad de lucir con su vestuario un mensaje alejado del cartel habitual de conservadurismo y autodefensa en nombre de una moda tiránica. Cuando me preguntan si soy una revolucionaria pongo cara de susto o de inquietud, y siempre me recuerdan que rechacé tener una agencia de comunicación convertida en mi sombra. Estados Unidos es el mundo de los séquitos, y yo no quise uno".

"No tengo tiempo ni ganas para la superficialidad o el engaño. Crecí en una ciudad en ruinas y jugaba en los socavones abiertos por las bombas. Eso marca. El horror te sirve de alambrada. Soy discreta, prudente y sincera. Me gusta escuchar y no sé cómo decir mentiras. Soy de las que piensan que no se puede juzgar un libro por su portada y que no hay misión inocente en el mundo".

"No quiero acabar como mi amiga Laura, que se alimentaba de anchoas, cocaína y leche, y murió entre lágrimas y espinas. Intento luchar contra la nostalgia y no ignoro mi pasado, pero no quiero dormir con él; sobrevivo gracias a la creatividad y al placer de una perfecta ejecución artesanal, si me conformara con un trabajo simplemente bien hecho como muchos colegas, acabaría siendo una caricatura de mí misma que la modernidad arrojaría a los vertederos del conformismo".

"Quiero morirme preguntándome el sentido de lo que hago, aceptando compromisos, alentándolos, sin esquivarlos, para que al final no me arrollen por la espalda tras haberlos traicionado".