Nos quejamos nosotros, pero lo de Francia es muy fuerte. Aquí, que yo sepa, aún no se confeccionan los gobiernos en función de los líos de cama del presidente. Allí parece que sí. El mandatario galo Françoise Hollande ha tenido que romper con la periodista Valérie Trierweiler, su pareja en los últimos años, para que su exmujer y madre de sus cuatro hijos, Segolène Royal, recupere su protagonismo en la vida política. Royal, excandidata presidencial y con un impresionante bagaje en tareas de gobierno desde 1982, se ha convertido en la número tres del nuevo ejecutivo anunciado esta semana. La política ha asumido el ministerio de Ecología y Energía y ha hecho valer su experiencia y popularidad entre el electorado socialista para volver por la puerta grande después de estar vetada durante años por Trierweiler que, dicen, no quería ver ni de lejos a la ex de su hombre. La ruptura de Hollande con la periodista tras descubrirse su relación con la actriz Julie Gayet, ha dejado expedito el camino a la vuelta de Segolène Royal a primera línea quien, además, se permitió el gustazo de visitar a su rival cuando, como ella antes, fue abandonada por el presidente. La flamante ministra asegura, sin embargo, que no la mueve la revancha y que en su trabajo no va a influir su relación con el jefe.

Sin cuestionar las capacidades ni del presidente ni de su nueva titular de Energía, la verdad es que la situación genera muchas espectativas. Por una parte, resulta de lo más práctico. Después del consejo de ministros, Hollande y Royal puede hacer un aparte, por ejemplo, para concretar los detalles de la boda del hijo mayor o debatir si les gusta o no el último novio de la pequeña, pero ¿imaginan cómo puede acabar esto en caso de conflicto? ¿Tienen la suficiente frialdad para analizar la transición energética en Francia después de una bronca familiar? Serán muy civilizados, serios y disciplinados, pero yo no he visto a una sola pareja de divorciados en la que no haya roces y aquí, no solo hay un polvorín familiar sino profesional. No hay más que recordar la rivalidad entre ambos por hacerse con el liderazgo del partido socialista galo y la ambición que los dos han demostrado en sus respectivas carreras políticas.