Está tan acostumbrada a que le llamen "lideresa", a que todos los que tiene siempre a su alrededor le ríen continuamente todas sus gracias y ocurrencias de chulapa madrileña.

Tan avezada está a que ciertos empresarios con demasiada poca vergüenza la alaben por tener ciertos atributos masculinos -como los tenía también la por ella tan admirada "Dama de Hierro"- que naturalmente no puede soportar que la traten como a cualquier mortal.

Antes, durante el franquismo, ese tipo de personajes soltaban aquello de "Usted no sabe con quién está hablando" o, dirigido a algún servidor del orden público: "Te va a caer un paquete".

Las palabras pueden ser hoy otras, pero la actitud de quienes se consideran aquí con derecho siempre a mandar y a ser servidos sigue invariable, como si no se hubiesen enterado de que pretendemos al menos estar en un régimen democrático.

Una actitud de insolente incivismo como la demostrada por nuestra lideresa le habría costado inmediatamente el puesto político que ocupa en cualquiera de esos países de habla inglesa que ella tanto dice admirar. Basta con repasar las hemerotecas para ver ejemplos de esto.

Quienes siempre defienden el testimonio de un agente de la autoridad frente al de cualquier ciudadano de a pie al que se acusa, tal vez injustamente, de desacato a la autoridad se permiten luego acusar de mentir al policía cuando son ellos mismos las "víctimas" de ese testimonio.

No le gustaría a uno estar en la piel del agente obligado a sancionar a uno de esos personajes que han violado la ley pero se creen por encima de todo. En un país como el nuestro, uno se lo imagina temblando.

Esos políticos que tan poco civismo demuestran a veces son los mismos que han conseguido suprimir la "educación para la ciudadanía" en las escuelas, esa misma asignatura que tanto les hace falta a ellos mismos.

El hecho protagonizado por nuestra "lideresa" al huir de los agentes que intentaron multarla por una infracción del tráfico es tanto más grave por cuanto se trata de una dirigente tan conocida a nivel nacional, y por haber ocurrido en Madrid, donde cualquier comportamiento como ese tiene lógicamente una repercusión mucho mayor que si se hubiera producido en cualquier otra parte.

Y sus palabras, acusando a los policías solo de intentar montar lío para que algún transeúnte la fotografiara y ponerla así en evidencia, son un insulto a esa misma autoridad a la que nuestra gran liberal ha dicho siempre defender.