El mal de los localismos se extiende en Galicia como una plaga. Dice Avecilla que es imposible intentar hacer algo en una ciudad sin que otra se cele y patalee como un niño celoso. Y lo peor es que lo más probable es que consiga que la Xunta ceda a sus caprichos, le dé el caramelo aunque en justicia le corresponda a otro. Con lo que el problema crece, crece y crece... Uyuyuy.

Resulta, ya os lo había dicho Anacleto, que miles de gallegos vienen denunciando desde hace tiempo la enorme competencia desleal que sufre el aeropuerto de Peinador, el que da servicio a todo el sur de la comunidad, por parte no solo de Lavacolla, subvencionado hasta las cejas por las administraciones gallegas, sino de Sá Carneiro. Item más. La última denuncia fue a propósito de los autobuses que compañías como Lufthansa ponen para trasladar gratis viajeros del aérea metropolitana de Vigo a la terminal de Oporto. ¿Capisci?

-Pues bien, resulta que la Xunta dice que está dispuesta a poner ella también autobuses. Pero, a ver si os enteráis, ¿sabéis adónde? Al aeropuerto de Vigo y... ¡Sí señor, acertásteis fratres! ¡Al de A Coruña!. No porque tenga el problema de los autobuses de Lufthansa, sino por si el alcalde Negreira se enfada. Que ya sabéis, la última vez que se enfadó rompió la estrategia de su amigo O Noso Presidente y, en contra de toda la doctrina oficial de Monte Pío hasta entonces, puso cuatro millones de euros encima de la mesa para subvencionar líneas aéreas, reventando así el mapa aeroportuario gallego. ¡Toma localismo¡ Uffff...

Se ve, dice Avecilla, que ahora deben de tener miedo a que reviente también el de los autobuses por carreteras. Porque es bien sabido que la ciudad herculina tiene indulgencia plenaria, con perdón, en esto de los localismos, que se le permite hacer cuanto le apetezca. Las administraciones acuerdan, por ejemplo, que Lavacolla concentre la oferta de vuelos internacionales, con una excepción. ¿Cuál? ¡Acertáis de nuevo! A A Coruña se le permite subvencionar un vuelo a Londres que, además, compite con otro a la misma ciudad que subvenciona en Santiago el ayuntamiento de la capital. O sea, que con dinero de todos los gallegos dos compañías se forran con vuelos a la misma ciudad desde aeropuertos distantes 35 minutos por carretera. De locos estos localismos, ¿no? Jó.