El Servicio de Protocolo del Estado, en colaboración quizá con el Instituto de Salud Carlos III (centro de referencia epidemiológica), debería elaborar un código de buen gobierno del Gobierno en su trato con dictadores. Habrá que combinar criterios, como el estado de nuestros principios, la crueldad y el desparpajo del dictador, el interés económico en mantener lazos y el servicio a la estrategia militar de Occidente, pero el caso es que haya unos criterios. Si a la vista de éstos hay que postrarse ante los dirigentes de la República China, inclinarse por la cintura ante los monarcas feudales del Golfo, marcar cierta distancia, pero sin pasarse, ante Raúl Castro e irse a un rincón a vomitar tras dar la mano a Obiang Nguema, hágase. La cuestión está en que haya criterios, se apliquen, cada cerdo tenga la pocilga o la suite que le corresponda y no haya que improvisar la hipocresía.